Vi a Parker acercarse hacia mí, parecía preocupado. Yo había estado intentando aparentar serenidad, no quería preocuparlo, así que mientras él seguía preparando todo lo necesario para llevarse, yo había tratado de mantener mi mente ocupada haciendo lo que mejor sabía hacer: mis labores de FBI.
Obligué a mi cerebro a volver a estudiar el caso en el que estábamos centrados en el Jeffersonian: la muerte de un joven en una estación de tren que parecía estar relacionada con la muerte de otro joven en una estación paralela con solo dos día de diferencia.
Aunque ponía todos mis esfuerzos en ello, no lo lograba, me cerebro no podía olvidar aquella discusión y la marcha repentina de Hannah. Mis ojos comenzaron a humedecerse sin poder hacer nada por evitarlo, me sentí la peor persona existente en la faz de la Tierra: había destrozado a Brennan al no poderle corresponder como se lo merecía, y había apartado a Hannah de mi lado. En ese momento llegó Parker y me vio con los ojos hinchados y algo pálido.
- Parker: Papá, ¿te encuentras bien? ¿Ha ocurrido algo?
- Booth: No, no ha pasado nada. Estoy bien, solo es que me siento un poco cansado, tengo mucho trabajo- le dije esbozando una sonrisa para tranquilizarlo.
- Parker: ¿Dónde está Hannah?- me dijo con un tono de sospecha que me hizo estremecer. Parker era muy listo y se daba cuenta de las cosas pese a ser, aún, pequeño.
- Booth: Ha tenido que volver de nuevo a Afganistán, no sabe cuando volverá- le dije intentando disimular la tristeza de mi voz.
- Parker: ¿Por qué no me habéis avisado? Me hubiese gustado despedirme de ella- me dijo mirándome fijamente a los ojos.
- Booth: Recibió la noticia hace una media hora. Solo tuvo tiempo de preparar lo necesario e irse. Me dijo que te despidiera de ella- vi como Parker parecía entenderlo, al fin y al cabo, era solo un niño- No te preocupes por ella, estará bien, es una mujer muy fuerte.
- Parker: Como la doctora Brennan.
- Booth: Sí, como Brennan- le dije sorprendido ante la comparación de Parker.
Sus palabras me habían devuelto al cerebro aquellas frase de la carta, que ahora sonaban con más insistencia en mi mente: “Solo deseo que seas feliz con Hannah. No soportaría ver como te romper el corazón...” Nunca antes había extrañado tanto a Bones como en ese momento. Deseaba verla y poder hablar con ella como lo hacíamos antes de que nuestras vidas hubiesen dado un giro de 180º tras el año alejados yo de ella y ella de mí. Sin embargo, no podía hacer como si nada hubiera ocurrido, no podía contarle a Bones la verdad como si fuese una simple amiga en la que puedes confiar y con la que puedes hablar sin temor a su respuesta, no podía hacerla sufrir más, ella debía rehacer su vida, recomponer los pedazos en los que yo había roto su corazón, y no tenía derecho a interponerme en su camino.
Ding Dong, Ding Dong, …
Me puse en pie de inmediato, obviando la cara de asombro que se le quedó a Parker al verme saltar y salir de mi ensimismamiento.
Me dirigí hacia la entrada de la casa y abrí la puerta:
- Booth: Hola Rebeca, no te esperaba tan pronto.
- Rebeca: ¿Llego en mal momento?
- Booth: No, está bien, pasa- le dije invitándola a entrar.
- Rebeca: No te molestaré, solo venía a decirte que a John le pareció buena idea almorzar en el restaurante Peter's House con Parker, y venía a ver si aún no ha almorzado y se puede venir.
- Booth: Pues llegas justo a tiempo. Parker se estaba preparando, ya te lo puedes llevar- le dije mientras Parker cogía la cámara de fotos que Hannah le había regalado.
- Parker: Haré muchas fotos y se la mandaré a Hannah para que vea las fotos tan buenas que puedo hacer- me dijo con una gran sonrisa.
- Booth: Así verá que te gustó su regalo- le dije mientras le daba un beso.
- Rebeca: Estaremos de vuelta antes de las 8.
Parker se fue con Rebeca muy contento, dejándome en la más absoluta soledad y tristeza.
Me sentía como si estuviese en la cúspide de una montaña rusa, donde con un solo movimiento, podía caer en una rápida y vertiginosa bajada. El problema no era la caída, pues esta sería tan inesperada e inmediata que no me daría tiempo a pensar en ella, el inconveniente venía cuando la caída ya se había producido. Algo así era como me sentía ahora, mareado, sin un camino marcado por el que seguir, necesitaba que alguien me guiase, me ayudase a salir de aquel agujero en el que me encontraba, pero no había nadie, estaba solo en aquella montaña rusa.
Ea como si todo lo que hubiese tenido en un pasado (familia, novia, amigos,...) hubiese desaparecido inesperadamente.
Necesitaba volver a recuperar aquella vida que un día tuve, la que con tanto esfuerzo logré tener. Debía salir de aquel pozo en el que ahora me encontraba, no podía permitirme quedarme quedarme allí lamentándome por lo que un día tuve, el abuelo me había enseñado a ser fuerte, y eso era lo que iba a hacer, no me iba a dejar vencer tan fácilmente.
Así, tomé las fuerzas que no creí tener y decidí seguir con lo que debía haber continuado aquella mañana.
Me dirigí hacia la mesa de trabajo que tenía instalada en el despacho y busqué entre los archivos el informe del caso que horas antes había estado intentando estudiar sin interés alguno. Me dije que debía poner todas mis fuerzas en ello, pues las víctimas se merecían que se hiciese justicia y sus familias debían saber la verdad de lo ocurrido.
Nada más abrir la carpeta, una ficha policial apreció ante mí con el rostro de una de las víctimas. Aquello no lo había visto, supuse que con el momento que había pasado, debí de no fijarme en lo que hacía y pasaría por alto aquel informe. Dispuesto a saber más sobre lo ocurrido, leí con detenimiento lo que se describía:
Anthony Stuars, nacido en Seattle el 8 de julio de 1986 fue detenido por conducir bajo los efectos de las drogas. Se le condenó a realizar trabajos para la comunidad durante 6 meses, y a pagar una fianza.
Con esto me quedaba claro algo, Anthony podría haber muerto por algún problema con las drogas, como no pagar al que se las proporcionaba, … Pero no quería aventurar nada sin algo seguro, así que no podía hacer otra cosa que llamara a Bones para ver si ella había descubierto algo más, pese a que no me apetecía tener que hablar con ella justo en ese momento, pero debía separar lo personal de lo laboral, y así lo hice.
- Booth: Brennan, ¿necesito que hablemos?
- Brennan: ¿Qué ocurre Booth?
- Booth: Solo necesito saber si conoces algo más del caso, ¿habéis podido averiguar algo?
- Brennan: No tienes por qué mentirme, te conozco, son muchos años trabajando juntos y sé que algo no va bien. Tú nunca me llamas Brennan, parece que intentas poner un mur y distanciarte, es como si quisieras que esta conversación fuese estrictamente laboral... ¿Es qué ha ocurrido algo con Hannah?
Vaya, había mejorado durante el año que había estado alejada en la isla con los esqueletos que iba a identificar. Ahora era capaz de interpretar las emociones, pero yo no quería hacerle más daño aún, cuando ni yo sabía lo que quería en ese momento.
- Brennan: Ey Booth, ¿sigues ahí?
- Booth: Sí, perdona, tenía la mente en otra parte. Te escucho.
- Brennan: Booth, creo que deberíamos vernos, no pareces encontrarte muy bien y es mejor que si ocurre algo lo aclaremos cuanto antes.
Después de todo, llevaba razón, cuanto antes supiese la verdad, más llevadero sería trabajar con ella, no me imaginaba trabajar ocultándole algo, nunca lo había hecho en los cinco años que llevábamos trabajando juntos, y después de ver lo que había ocurrido por no ser sincero, no quería que volviese a ocurrir, así que lo único que puede decir fue...
- Booth: Ok, nos vemos dentro de una hora donde siempre.
- Brennan: Allí estaré.
Tras terminar la llamada, tomé el informe del caso y lo introduje en el maletín. Tomé las llaves del coche y a su lado volví a ver la carta, Hannah la debió de dejar allí para que Parker no la pudiese leer. Dubitativo entre si llevármela o no, pensé que lo mejor sería hablar con Brennan con la carta por delante, así que la tomé entre mis manos y me introduje en la fría y triste mañana de Whasington.
De camino hacia el coche pensé en la paradoja de la vida: siempre le reproché a Brennan el no arriesgarse y darnos una oportunidad, y cuando ella decide dar el paso y arriesgarse, yo fui un imbécil y le hice daño por alguien que poco después me dañaría a mi.
Supuse que esa era el precio que debía pagar por jugar a la ruleta rusa, esta vez había perdido yo, y había perdido algo que era irrecuperable, el amor y el cariño de las personas que más quería.
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