Lanie
nos esperaba, tenía novedades y había estado a punto de llamarnos
cuando nosotros llegamos.
- Pedí que analizaran las tejas de la casa de la familia Hershberger, tenía la corazonada de que estaba en lo cierto y lo mataron con una teja, teja que el equipo encontró en un cubo de basura a unos metros de la casa. La han analizado y además de las huellas del albañil que colocó las tejas y las de la víctima, hemos encontrado huellas de una tercera persona que no hemos podido identificar ya que no aparece en la base de datos, lo que indica que no debe tener antecedentes.
- Sarah Wilcox – ambas lo miramos esperando que se explicase – Por algún motivo, Sarah no tenía muy buena relación con su hijo según ha confirmado el compañero de Louis. Pero según me has contado, la señora Wilcox cuidó de su hijo desde que nació sin ninguna ayuda procurando darle lo mejor, luego no cabe duda de que lo quería y que no haría nada que lo perjudicara, al menos, no intencionadamente.
- Explícate,Castle.
- Louis padecía una enfermedad que por lo general suele ser hereditaria al menos en un 90%. No sabemos nada del padre de Louis, pero estoy seguro que las huellas de la teja son de Sarah. Sarah padecía la misma enfermedad que su hijo pero enmascarada, tiene pequeños brotes que la llevan a cometer actos de los que luego llega a arrepentirse, como...
- el asesinato de su hijo – dijimos los dos a la vez emocionados después de haber encontrado alguna teoría que explicara los hechos y las pruebas encontradas.
- Pero aunque estés en lo cierto, Castle, sólo son conjeturas. Necesitamos pruebas. Vamos a ver a los chicos, a ver si tienen algo. Gracias Lanie.
Cuando
subimos, los chicos estaban anotando algunas novedades en la pizarra.
- ¿Qué tenéis chicos?
- Hemos investigado el paradero de Sarah aquella noche y el portero del edificio nos ha dicho que vio a Sarah salir sobre la 1 de la madrugada. En Upper East Side, un vecino reconoce haberla visto sobre la 1:30.
Me giré y
vi como una leve sonrisa aparecía en el rostro de Castle tras estar
en lo cierto y confirmarse su teoría.
- Castle, ¿vienes? - le dije camino al ascensor – Vamos a hacer una visita a Sarah.
Durante
el trayecto hablamos de cosas triviales, sin llegar a ningún tema
importante. Sarah no se esperaba nuestra visita y al vernos se
sorprendió.
- Detective Beckett, ¿ocurre algo? ¿se sabe algo más?
- Sarah, no me contó la verdad. Me dijiste que hacía mucho tiempo que no veías a tu hijo pero eso no es cierto, vio a su hijo por última vez el día de su muerte.
- Los vecinos de la zona donde su hijo fue asesinado aseguran haberla visto allí – dijo Castle intentando hacerla hablar - ¿Tuvo uno de sus brotes?
La mujer
nos miró si saber que decir, y, viéndose acorralada, finalmente se
derrumbó.
- Yo no quería hacerle daño, es lo único que tengo, es mi hijo – nos dijo entre lágrimas hablando de él en presente como si aun siguiese vivo – Sus constantes enfrentamientos con sus compañeros me entristecía, yo quería verlo bien. Ese día me había enterado que un joven vestido de Santa Claus estaba dejando regalos en el barrio de Upper East Side y que todos esperaban el momento de que les tocara a ellos para ver que les dejaba. Me dio un brote y decidí poner fin al sufrimiento que Louis causaba a sus compañeros y a mí.
- Y entonces cuando lo vio en el tejado de la familia Hershberger, subió,tuvo una fuerte discusión y le golpeó con una teja suelta. Pero se dio cuenta de lo que hizo y el dolor se apoderó de usted. Le disparó para enmascarar la causa dela muerte y tiro la teja lejos dela zona.
- Sarah, queda detenida por homicidio – le leí los derechos mientras la esposaba.
Había
quedado en pasarme por la casa de Castle a las 19:30, media hora
antes de que llegasen los chicos, para así poder disfrutar de al
menos media hora nosotros solos, ya ya que Alexis se encontraba con
su abuela ultimando los regalos y no llegarían hasta la hora acordad
con los chicos.
En
Nueva York nevaba, dándole un aspecto señorial a la ciudad con sus
edificios completamente blancos regados por un tonos anaranjados del
atardecer. Con escaso tiempo, llegué a mi casa para arreglarme y mi
sorpresa fue ver un precioso vestido negro ajustado con un escote en
la parte trasera dejando al descubierto mi espalda. Junto a él, unos
preciosos zapatos dorados hacían juego con el bolso. Al acercarme un
poco más pude ver una nota junto a él.
“Pedí
al conserje que me dejase entrar, si es que quieres saber como llegó
ese vestido, bolso y zapatos a tu cama. No pude resistirme a
comprarte ese vestido, es perfecto para ti. Te quiero. Rick”
Leí
una y otra vez la nota sorprendida y maravillada ante su regalo, me
parecía un vestido poco apropiado para aquella noche pero aun así
solo pensaba en verlo y darle las gracias. Entonces miré el reloj y
me dí cuenta que me quedaban 40 minutos. Me puse su vestido
confirmando que conocía mi cuerpo mejor que yo y que me venía como
anillo al dedo. Me solté el pelo ondulando un poco dándole un toque
desenfadado, me puse los zapatos y cogí el bolso. Estaba lista para
disfrutar de mi primera navidad junto al hombre de mi vida.
Llamé
a su puerta nerviosa como una adolescente que va a presentar a su
familia a su primer novio, pero cuando me abrió y vi sus ojos, todos
los nervios desaparecieron y una sonrisa apareció en mi rostro,
contagiándolo a él.
- Estás preciosa – me tendió una mano invitándome a entrar – Sabía que era para ti – sus labios se encontraron con los míos y ese beso se fue alargando como si no nos saciáramos nunca.
- Gracias, Rick – le dije en sus labios.
- Siempre.
Cuando
nos separamos pude comprobar que estaba radiante, sus ojos tenían un
brillo especial y no dejaba de sonreír, derrochaba felicidad, una
felicidad compartida por ambos.
- ¿Me ayudas a terminar de vestirme, cariño? Nunca se he han dado bien elegir corbatas para noches especiales, siempre era Alexis la que me ayudaba – agarrándome por la cintura me anima a caminar con él hasta su dormitorio, donde tenía diversas corbatas esparcidas por allí y por aquí. Me giré y me quedé frente a él.
- Con esta camisa colo lavanda que has elegido y este pantalón negro estás muy guapo, no te hace falta, cariño.
Castle,
que había estado observando todas las corbatas mientras le hablaba,
fijo sus ojos azules en mí.
- ¿Me acabas de decir lo que yo creo haber escuchado? - yo no dije nada, me limité a perderme en sus ojos – Te quiero, Kate.
- Lo sé – mis labios buscaron los suyos y tras unos segundos, Castle se separó.
- Tenemos algunas cosas que terminar antes de que lleguen todos.
Asentí
y nos dirigimos al salón donde terminamos de arreglar los
preparativos para la noche.
- Rick, he invitado a mi padre a cenar con nosotros. Siempre hemos pasado la navidad juntos, solo nos teníamos nosotros y ahora quiero compartir nuestra felicidad con él.
Castle
se acercó a mi con una sonrisa rodeándome con sus brazos.
- Kate, yo lo que quiero es celebrar una navidad que jamás puedas olvidad y para eso debe estar tu padre. Ya había hablado yo con él antes de que tú lo hicieras, pero le dije que no te contase nada y que si tú se lo proponías hiciese como si yo no le hubiese invitado.
Mis
labios buscaron los suyos en un dulce y tierno beso demostrándole
cuanto lo quiero.
En
Nueva York la tormenta de nieve parecía haber amainado quedando una
espesa capa blanca que lo cubría todo. Desde las ventas podía ver
tanto a ancianos como a niños pequeños corriendo de un lado a otro
intentando salir de la calle y volver a sus casa, el lugar donde se
sentían resguardados del frío, seguros y protegidos de todo
peligro. Sus brazos me rodearon mientras contemplaba el paisaje,
sintiendo que me daría igual estar bajo aquella nieve que en el loft
mientras que estuviera junto a él. Rick era quien me resguardaba del
frío dándome calor, entre sus brazos me sentía segura y protegida.
Rick era mi hogar, donde quería volver tras un largo día en la
comisaría, donde nada podría pasarme porque estaba junto a él.
Durante el tiempo que había estado a mi lado como compañero había
descubierto lo diferente que es del resto de hombres que he conocido,
había comprendido lo que era tener a alguien en quien confiar y con
quien contar, a un amigo, y por temor a perder lo que había
conseguido a su lado, me negué a avanzar, sin embargo, ahora,
rodeado por sus protectores brazos, no hago más que alegrarme de
haber tomado la decisión acertada de haber corrido hacia Rick, hacia
mi hogar. A su lado he vuelto a vivir y a ser esa persona que un día
fui, enseñándome a disfrutar de esos pequeños detalles que ahora
son un ritual en nuestras vidas, como el roce de nuestras manos en él
que con tanto esmero, Rick me prepara cada mañana y me lleva a mi
mesa.
Respirando
mi aroma me susurra sacándome de mis pensamientos.
- ¿Cuál era ese regalo que me tenías preparado?
Dejé
el paisaje atrás y me giré para quedar frente a ese océano azul en
el que me me encantaba perderme.
- Ten paciencia, Rick, y portate bien, o de lo contrario descubrirás cual es mi castigo, pero no mi regalo.
- Y, ¿no podría haber alguna forma de que pudiese tener ambas cosas? - me acercó a él cubriendo ese escaso espacio que quedaba entre los dos.
- Rick, en la vida no se puede tener todo – le dije rozando mi dedo por su nariz, él cual fue atrapado con destreza por sus labios, besándolo.
- Si se lucha por lo que se quiere se acaba consiguiendo, Kate, ¿o es que acaso no lo sabías?
- No lo sabía hasta que te conocí a ti.
Sus
labios buscaron los míos pero en ese momento sonó el timbre
acabando con lo que iba a ser un juego peligroso, de alto voltaje.
- Será mejor que vayas a abrir, Rick, recuerda que eres el anfitrión.
- Y, ¿cómo....?
- Ya veremos como se lo decimos cariño, de momento trata de comportarte con naturalidad – le dije respondiendo a la pregunta que sabía que se estaba haciendo.
Volvió
a sonar el timbre y esta vez, me miró intensamente una vez más
antes de abrir la puerta.
- Hijos, ya sé que queréis aprovechar el tiempo que estáis a solas pero; ¿no podíais esperaros un poco? Que tu hija y tu madre están heladas – dijo Martha pasando con varias bolsas dejándolas en la barra de la cocina.
- Kate,estás muy guapa – me dijo Alexis mientras se terminaba de quitar la bufanda – Ese vestido te queda de maravilla.
- Es cierto – corroboró Martha – Te ves preciosa.
- Gracias por los halagos pero el mérito es de Rick, él me lo compró – le dije con una boba sonrisa mientras que él se acercaba a mi y me rodeaba por cintura.
- Le he enseñado bien – me dijo Martha guiñándome un ojo – Al menos algo bueno ha aprendido este hijo mio.
Las
tres comenzamos a reírnos mientras él ponía cara de enfado aunque
sabía que realmente se alegraba de la complicidad que teníamos “las
mujeres de su vida”, como solía llamarnos.
De
nuevo el timbre volvió a sonar.
- No os preocupéis, ya abro yo, que no quiero que mis invitados se congelen esperando – dijo mientras se dirigía a la puerta.
- Te tocará escucharla hablar sobre ese tema toda la noche, papá – le susurró Alexis pasando su mano sobre el hombro de su padre.
Castle
suspiró resignado y se acercó a la puerta dándome la mano para que
le acompañase. Cuando Martha abrió,ambos nos separamos
inmediatamente.
Lanie
entró agarrada del brazo de Espósito, lo que levantó mis
sospechas, parecía que no éramos los únicos que guardábamos un
secreto. Tras ellos, Ryan junto a Jenny hablaban entre risas
cómplices. Por último, mi padre cerraba el grupo.
- Estás preciosa, Katie – me dio un cálido abrazo y un beso antes de dirigirse a Castle – Nos volvemos a ver Richard – dijo con una sonrisa que Castle le devolvió.
- Me alegra volver a verte, Jim.
Lanie,
tras saludar a Martha se acercó a mi lado, mientras yo permanecía
junto a Castle.
- Vaya Kate, parece que vengas pidiendo guerra – dijo lo suficientemente algo como para que Castle se enterase aunque apena fue un susurro.
Castle
y yo nos miramos, temiendo que Ryan se hubiese ido de la lengua, pero
este, que había permanecido atento a nuestra conversación aunque en
un segundo plano, negó con la cabeza así que Castle y yo
descartamos la idea y seguimos saludado a nuestros compañeros.
La
cena transcurrió con normalidad, entre conversaciones sobre el caso
del santa secreto, sobre lo que haríamos en la semana de vacaciones
que se tomaba la 12th relegando los casos a la 20th
llegando incluso a hablar sobre nuestra etapa de estudiante tras
Beckett interesarse por los estudios de Alexis.
Llegó
la hora del postre y aunque, a la vista de nuestros compañeros yo
era una invitada más, no era así, y como tenía costumbre desde
que, prácticamente, vivíamos juntos, me levanté para ayudar a
Castle a servir el postre.
- Kate, ¿ a dónde vas? - la cara de curiosidad de Lanie me hizo darme cuenta de que estaba entre amigos que realmente no sabían nada de nuestra relación.
- Ri... Castle necesita un poco de ayuda con los postres – el tono de mis mejillas comenzó a tornarse rojizo.
- ¡Lo has vuelto a llamar por su nombre! - cuando Castle lo escuchó decir eso a Espósito se quedó a mitad de camino entre la cocina y el salón - ¿A qué viene ese cambio? Nunca antes lo habías llamado así
Todos
permanecían expectante. Castle y yo nos miramos, entendiéndonos con
la mirada, había llegado el momento y aunque no habíamos tenido
tiempo de hablar de como se lo diríamos, teníamos claro que sería
juntos. Castle se acercó a mí y se dirigió hacia los chicos y
nuestra familia.
- Tenemos algo que deciros – me pasó su brazo por la cintura atrayéndome hacia él – Kate y yo estamos juntos.
Ryan
sonrió, Espósito no daba crédito, mi padre nos miraba con una
mezcla se asombro y alegría y Lanie...
- ¡Ya era hora de que nos lo contarais!
- ¿Tú lo sabías? - preguntó Espósito sorprendido.
- Pues claro.
- ¿Desde cuándo? - le pregunté recordando todos sus interrogatorios y su insistencia por conocer a mi novio.
- Saberlo seguro desde que los chicos me dijeron que casi llamas a Castle por su nombre, pero lo sospechaba desde la escapada a Los Hamptons. Cuando me dijeron que te ibas con tu novio y que Castle sólo te preguntó con quién, supe que algo pasaba. ¿Desde cuándo Castle se ha quedado tranquilo sabiendo que estás con un hombre? Ahí supe que algo había cambiado entre vosotros, y el hecho de que reusaras presentarnos a tu novio hizo que saltaran las alarmas; solo una relación que quisieras ocultar por encima de todo te llevaría a estar tan absorta, así que con todo esto no me cabía duda de que habías decidido dar el paso y daros una oportunidad,
- ¿Era él único que no sabía nada de esto, Kate? - me preguntó mi padre asombrado tras creerse que había sido el último en conocer la noticia.
- No era el único, señor Beckett – le dijo Espósito haciéndose el enfadado.
- Y yo que pensaba que Ryan era el único que lo sabía y se estaba llevando una comisión por mantener la boca cerrada – dijo Castle sorprendido ante la declaración de Lanie – y al final resulta que tú también lo sabías – dijo dirigiéndose a mi amiga.
- ¿Tú también lo sabías, hermano? Podrías habérmelo dicho, lo hubiésemos desplumado entre los dos.
- No te preocupes por eso Espósito, ya Ryan me desplumó con entradas para los Knicks, pases bips para él y Jenny para conciertos como Katy Perry o Bruno Mars, además de hacernos a Beckett y a mi que tengamos que hacer el papeleo que le toca a él cuando se toma las tardes libres para estar con su mujer, pero eso ya se acabó – dijo Castle triunfante.
- Ya podríais haberos esperado a que terminase la final de los Knicks que es ésta semana – dijo Ryan desilusionado al saber que se quedaría sin ir al partido.
- De eso nada, tío – dijo Espósito desconcertado.
En
ese momento mi padre se levantó y se acercó hasta nosotros, dándome
un cariñoso abrazo.
- Me alegro mucho por los dos – la sonrisa no desaparecía de su rostro mostrándonos la felicidad que sentía – Me alegro que no estés sola y tengas a alguien a tu lado. Espero que cuides bien de ella, Richard.
- La cuidaré y la protegeré con mi vida si es necesario, Jim.
Ante
sus palabras mis mejillas comenzaron a cobrar color sin previo aviso.
Llevando tres meses con él seguía poniéndome colorada ante sus
palabras. Me acercó aun más a él dándome un cálido y dulce beso
en la mejilla antes de susurrarme al oído para que sólo yo pudiese
oírlo “Te quiero, mi amor”.
Finalmente
todos nos felicitaron felices porque después de cuatro años
estuviésemos juntos, y nos pasamos la noche contándoles como cedí
a sus brazos o como habíamos estado ocultándonos de todos,
especialmente de Gates.
- Por fin podréis dejar de esconderos,vuestros jueguecitos empezaban a resultarme incómodo – confesó Ryan.
- ¿Jueguecitos? - preguntó una curiosa Lanie - ¿Qué clase de jueguecitos?
- No...
- De toda clases – me cortó Ryan provocando una sonrisita en Lanie – Desde pillarlos en el coche patrulla hasta en la sala de descanso.
Yo
me puse colorada de la vergüenza y Castle, atentó a mi en todo
momento, paró con el juego.
- Deberíais haber visto las caras de Ryan.
Todos
comenzaron a reír imaginando a Ryan en cada escena lo que consiguió
calmar el ambiente, provocando que volviese a relajarme.
- Gracias – le susurré al oído.
- Siempre.
Tras
la cena y un par de copas, Lanie se despidió de nosotros alegando
que tenía muchas cosas que arreglar al día siguiente antes de irse
de vacaciones.
- Me vas a pagar que no me hayas contado lo tuyo con Javi – le dije antes de que se marchase.
- ¿Javi y yo? No sé de que me hablas – me respondió con una sonrisa haciéndose la tonta.
A
los pocos minutos Espósito aseguró que debía irse porque al día
siguiente debía madrugar ya que Gates lo había citado temprano en
la comisaría. Su escusa pareció convencer a todos pero a mi no me
engañaba. Lanie me iba a contar todo, no se podía negar después de
no haberse callado durante la cena.
Ryan
y Jenny se marcharon poco después invitando a mi padre a llevarlo
hasta su casa.
- Papá, Alexandra y Sandy me esperan, seremos solo chicas.
- Diviértete cariño, y no hagas nada que yo no haría.
- Te quiero papá – le dio un beso en la mejilla y se acercó a mí – Hasta mañana, Kate – me dio un abrazo y se marchó.
- Yo también me voy, he quedado con unas amigas. Disfrutar ahora que estáis solos – me dijo guiñándome un ojo provocando que, una vez más en aquella noche, me ruborizase – Os quiero, hijos -dijo antes de salir por la puerta.
De
repente la luz se fue quedándose el loft iluminado únicamente por
algunas velas que había en la mesa y otras situadas estratégicamente
para darle al loft un toque navideño.
Sus
brazos me hicieron estremecer ante su inesperado contacto y su
calidez. Me giró quedando frente a él que se encontraba en una
mezcla de luces y sombras que lo hacía parecer misterioso.
- Parece que nos hemos quedado solos – dijo arrastrando las palabras.
- Sí – susurré.
- ¿Y qué hay de mi regalo? - fuertemente me atrajo hacia él provocando que diera un respingo.
- ¿Crees que te has portado bien, que te lo mereces?
- Vamos, Kate, he sido muy bueno, te he salvado de los comentarios de Ryan.
- Mmm, veo que ya no tienes interés por el castigo.
- Primero el premio, mi regalo, ya luego veré como consigo que me digas cual era el castigo – sus labios rozaron los míos y yo no me hice rogar, profundizando en ese beso con urgencia - ¿No querías saber cual era tu premio, Rick? - le dije sensualmente.
- Con ese vestido que llevas no puedo concentrarme – volvió a besarme provocando que se me escapara una sonrisa sabiendo que estaba consiguiendo mi objetivo, volverlo loco.
Lo
tomé de la mano y, en penumbra, lo llevé hasta el sofá donde nos
sentamos. Con cuidado acerqué una vela hasta la mesa para que nos
pudiésemos ver permitiéndome observar en sus ojos la expectación
ante mi regalo.
Le
pasé un pequeño paquete envuelto que el desenvolvió con rapidez.
Al verlo, una sonrisa se dibujo en su rostro. Con entusiasmo recorrió
las letras grabadas en el lateral del helicóptero teledirigido. Le
acerqué la vela para que pudiera ver la palabra ALWAYS grabada y
entonces volvió la luz pudiendo ver como en sus ojos un brillo
especial se dibujaba.
Junto
al helicóptero, una carta con letra meticulosamente cuidad se
deslizó entre sus manos.
- ¿Por qué no me la lees tú, mi amor?
Rozando
su manos tomé la carta.
“Este
helicóptero te recordará siempre lo que significas para mi. Aunque
no te lo suelo decir con palabras, como ya sabes me cuesta
expresarme, aunque tú nunca me hayas presionado y me hayas dado
espacio para que encontrase el momento adecuado, aunque sepas lo que
siento y no me pidas que te lo diga, quiero que lo sepas. Verte jugar
con el helicóptero teledirigido siempre me ha hecho sonreír, eres
en muchas ocasiones como un niño pequeño atrapado en el cuerpo de
un adulto, y eso me encanta, porque me llevas a explorar ese dulce e
inocente mundo de los niños. Pero a su vez puedes llegar a ser el
hombre más maduro que conozco, un gran padre y un excelente amigo y
amante. Ha llegado el momento de que lo escuches y no sólo lo sepas.
Te quiero Richard Alexander Rodgers,te quiero Rick”.
Le
tendí la carta y mirándolo a los ojos, unos ojos azules intenso que
brillaban como nunca antes lo habían hecho, le volví a decir lo que
tanto tiempo había estado esperando “Te quiero”. Por toda
respuesta, selló mis labios con los suyos en un beso único,
especial, diferente a todos aquellos que me había dado.
- Eres maravillosa Kate. Te quiero, cariño – me susurró en mis labios.
De
repente se apartó de mi sin dejar de sonreír y me acercó un sobre.
Con cuidado ya que no sabía sin el contenido podría sufrir daños,
saqué un álbum digital en cuya portada se podía ver una foto
nuestra tomada en Los Hamptons. Con una pulcra letra como su
estuviese escrita con tinta con las antiguas plumas estaban escritos
nuestros nombres entrelazados por unas esposas. Al pasar las páginas
pude ver fotos de nuestros cuatro años juntos en la comisaría e
incluso diversas fotos mías dormía, otra de nuestro primer
despertar juntos, fotos mías mientras cocinaba en su cocina llevando
su ropa puesta,...
- Es precioso Rick, te quiero – le respondí ante su mirada expectante.
- Yo también, mi amor.
Me
atrajo por la nuca hacia él volviéndome a besar con pasión
desatando en escasos minutos la lujuria. Me tomó entre sus brazos
elevándome del sofá sin dejar de besarme para llevarme a su
habitación.
- ¿Sigues sin querer saber cual iba a ser tu castigo? - le dije con una sonrisa traviesa sabiendo cual iba a ser su respuesta.
- Creo que puede esperar a otro día.
Me
dejó en su cama besando todo mi cuerpo mientras yo me entregaba
completamente a él, amándonos como nunca antes lo habíamos hecho.
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