La noche pasó, llego la claridad del día y con ella el horroroso zumbido del despertador.
"¡Oh, no! Ahora que por fin estaba dormida" pensó. "En fin, toca levantarse si quiero prepararme bien para la audición" se dijo a si misma para animarse a dejar la cama.
Kate ahora estaba más tranquila, la luz del sol suele aclarar los oscuros pensamientos de la noche y tenía la esperanza de que su intranquilidad nocturna fuese infundada, así que se puso una bata y preparó todo lo necesario para desayunar como todas las mañanas. Era la única comida que hacia más o menos en condiciones en todo el día, ya que para las demás era un poco desastre. A excepción de que Richard la invitase a comer o cenar, solía conformarse con cualquier cosa que la pillase más a mano. Un perrito a media tarde, un súper batido en alguna cafetería o alguna otra vianda poco saludable que la saciase en el momento. Richard siempre bromeaba que el día que la viese con un delantal cocinando "comida de verdad" la noticia conmocionaría el mundo.
Aquella mañana se preparaba para una audición de una productora de Broadway, así que tenía que ponerse las pilas y no perder el tiempo. Poniéndose manos a la obra se vistió. Aunque para ello tardó más de lo que tenía pensado, ya que se probó varios modelitos que no la convencieron del todo. Cuando por fin se encontró agusto con uno de ellos ya habían pasado cuarenta y cinco minutos. En ese momento miró el reloj.
"¡Ay madre! ¡Son más de las ocho y media!" dijo "¿Dónde se habrá metido Helen?" se preguntó.
Helen, era su vecina, la vecina con la que más trato tenía. Siempre que tuviese que acudir a un acto especial, audición o evento por el estilo ella la maquillaba. Helen trabajaba en un salón de belleza y conocía a la perfección las manías de Kate y su peculiar visión del mundo. A cambio, Kate le pagaba de vez en cuando, cuando conseguía algún papelillo. A modo de escusa para que Helen no dejase de maquillarla, siempre le prometía que en cuanto se hiciese rica y famosa la convertiría en su maquilladora personal.
Esperó cinco minutos más y extrañada se fue en su busca a su casa. Llamó al timbre pero nadie abrió.
-Hoy tienes el sueño pesado ¡eh!- Ni corta ni perezosa fue por la puerta de atrás ya que tenia la certeza de que aún permanecía dentro de la casa. Su coche estaba aún aparcado justo delante de la casa de su amiga. Sabía como abrirla aunque estuviese cerrada pero no tuvo necesidad de usar la llave escondida. Entró y empezó a llamarla gritando su nombre.
-¡Helen!- gritó - ¿Estás ahí? Hace más de media hora que deberías haberme maquillado- siguió diciendo
Como no obtenía respuesta alguna, se dirigió al dormitorio.
-No te dije ayer que hoy tenia una audición- seguía explicando mientras subía las escaleras haciendo sonar fuertemente sus tacones.
Al llegar a la puerta de la habitación y ver la escena que en ella se representaba ya no pudo articular palabra alguna.
Su amiga yacía muerta, en la cama. Su cuerpo blanquecino, frío e inerte contrastaba con la intensidad rojiza de su sangre que goteaba hacia el suelo por uno de los lados del colchón. Un escalofrió recorrió todo su cuerpo de la cabeza a los pies. En ese momento recordó los motivos por los cuales esa noche no había dormido bien.
"¡Sabia que algo iba a ocurrir!" se dijo a si misma una y otra vez.
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