Diversas imágenes se apoderaban de su mente desquiciándolo, haciéndolo vulnerable. Sentía que algo lo invadía completamente, despojándolo de aquella felicidad en la que había vivido los últimos meses. Parecía poder ver todos aquellos reproches y exasperación a cada momento y eso le resultaba doloroso. No comprendía como había podido llegar a esa situación, como había bajado la guardia, como se había vuelto loco por ella. No se perdonaba el hecho de ser tan vulnerable, él no era así. ¿O quizás sí? Ya nada tenía sentido, nada le hacía volver a querer seguir adelante. Ahora ya no quería volver a aquella vida en la que había estado sumido durante tantos años; ya no, no más. Y allí estaban de nuevo aquellas discusiones en las que le pedía que se implicase más en la relación, que no pretendiese que le dieran todo si él no daba nada; ahora lo lamentaba. En su día no comprendía que quería decir con eso, para él esa relación era algo nuevo y lo estaba dando todo, pensaba. Pero ahora se daba cuenta que no era así, que su maldito pasado era un lastre demasiado pesado con el que ni e
él mismo podía.
él mismo podía.
Se sujeta la cabeza con las manos, siente que todo le da vueltas, no es capaz de pensar con claridad. Se deja caer en el sofá mientras la desesperación y el dolor se apoderan de él. Siente que el mundo se le cae encima, que lleva con él un peso demasiado grande que no puede compartir con nadie, y eso le atormenta.
El miedo se abre paso ante él, un intenso terror que le produce escalofríos. Miedo a perderse y no encontrar la salida, miedo a no volver a experimentar aquellas sensaciones que durante estos meses había descubierto, miedo al vacío que sentía en su interior. Miedo a no volver a vivir, ahora que sabe que antes no vivía, sino que sobrevivía. No quiere una existencia como la de antes, ahora por su culpa sabe lo que es la vida y no quiere otra cosa que no sea esa.
La angustia se hace patente como un gran puñal que la atraviesa el corazón. Cree desfallecer mientras su cerebro sigue a mil por hora, incansable, procesando todo lo sucedido estos últimos días. "La vida es como una gran montaña rusa. Si te quedas observándola, una sensación de vértigo te invadirá. Debes ser valiente y tomar la decisión de montarte en ella, de recorrerla. De ese modo, aunque sigas sintiendo vértigo, este se irá mitigando hasta que en algún momento puedas dominar esa sensación, siendo capaz de disfrutar de la experiencia". Sus palabras retumbaban en su cabeza una y otra vez, incesantemente. Ya no sabe qué hacer, los remordimientos lo carcomen. No tiene la conciencia tranquila y eso es algo que nunca le ha sucedido. Antes era capaz de dormir sin pensar en nada de lo que hubiese hecho, pero ya no puede.
Se levanta y comienza a dar vueltas por el salón siendo incapaz de tranquilizarse. Recuerda el contacto de sus cálidas manos sobre sus mejillas, esa sonrisa capaz de iluminar una ciudad en la oscuridad. Recuerda sus besos dulces y tiernos, apasionados e intensos. Besos llenos de amor, un amor que ambos se profesaban. Las lágrimas contenidas, arden en sus ojos. Ya no puede reprimirlas más y se deja ir. Es entonces cuando se promete que no va a dejar morir todo lo que ella le enseño, que era valiente, se montará en la montaña rusa y la recorrerá. Ya nada ni nadie le va a frenar, va a dejar los miedos a un lado y se va a enfrentar a la vida.
Caminan refugiados uno en los brazos del otro protegiéndose del frío mientras hablan de cosas triviales. El viento soplaba fuertemente en la ciudad de Nueva York, lo cual, unido a las bajas temperaturas y a las espesas nubes que amenazaban con descargar sobre la gran urbe neoyorquina, hacía presagiar que ese día gris no había hecho más que empezar.
- ¿Crees que podrás quedarte sola en casa sin meterte en líos? - ante la mirada reprobatoria de Kate que parecía decirle "¿Eso no debería decirlo yo?", se adelantó a aclarar – No quiero que vayas a investigar sola. Yo tengo que volver al trabajo. Tengo pacientes que atender, no puedo eludir mis responsabilidades, así que espero que no me lo pongas difícil, Kate. No quiero volver al trabajo y tener que estar preocupándome por ti. Así que, ¿te vas a quedar en casa sin hacer ninguna locura?
- Richard, no soy una niña pequeña; deja de tratarme como si lo fuera. Sé cuidarme yo sola, lo he hecho durante casi toda mi vida, creía que eso ya te había quedado claro. No tienes por qué preocuparte de mi, señor protector – le dijo burlonamente, aunque a él no pareció hacerle ninguna gracia.
- En serio, Kate, esto no es un juego... - iba diciendo mientras abría la puerta de la casa de Kate. Pero entonces, una pequeña nota apareció ante sus ojos dejándolo mudo.
Kate, que permanecía tras él, pudo notar como todos los músculos de su cuerpo se tensaban, como parecía haber dejado de respirar y había enmudecido. Nerviosa, se acercó a él poniéndose a su lado.
- ¿Estás bien, Rick? Ya te he dicho que no voy a salir de casa. No tienes porque ponerte así, yo... - Richard alzó su mano para hacerla callar mientras le indicaba con la cabeza en dirección al papel que aun permanecía en el suelo.
El corazón le dio un vuelco y por un momento se quedó petrificada. El terror se apoderó una vez más de su cuerpo intentando hacerse dueño de él. De nuevo volvieron a ella todas aquellas imágenes de lo sucedido en las escasas 72 horas pasadas desde que encontró a Helen asesinada.
El rápido movimiento de Richard la trajo de vuelta a la realidad, alarmada ante lo que su amigo pretendía hacer. Este se estaba agachando para quedar más cerca de la nota, pero ella fue más rápida impidiéndole que la tocase.
- ¿Es qué no has aprendido nada? - le preguntó inquisitivamente reprobándole con la mirada lo que había estado a punto de hacer - ¿No sabes ya que las pruebas no se pueden tocar? - le recriminó a un atónito Richard.
Kate entró en su casa y permaneció allí unos minutos mientras Richard la esperaba a la entrada. Cuando el doctor comenzaba a desesperarse, Kate llegó con unos guantes de látex.
- Esto es una prueba, Richard – dijo poniéndose a su altura, junto a la nota.
La recogió del suelo y la examinó con detenimiento – Parece que el que escribió esto no quiere que lo encontremos – dijo girando el trozo de papel para que quedase a la vista de su amigo.
Ante él, letras recortadas de periódicos y revistas se unían para dar lugar a un mensaje que hizo que todos sus sentidos se pusieran alerta.
No soy quien piensas. Esto es más peligroso de lo que crees. No sigas adelante.
Con determinación, Richard se puso en pie. Cuando Kate estuvo a su altura, se dirigió a ella.
- Kate, esto se nos escapa de las manos. No podemos seguir adelante como si fuéramos policías porque ninguno de los dos lo somos. Ya sé que Helen merece justicia – dijo adelantándose a lo que sabía que le iba a decir – pero no a costa de tu vida; ella no querría eso – Richard respiró hondo y, mirando a su amiga, espero pacientemente a que entendiese lo que estaba tratando de hacerle comprender – Te conozco, Kate. Sé que no quieres que otros hagan lo que tú has considerado tu lucha. Sé que no quieres que esos inspectores metan las narices en el caso y en tus sospechas, pero vas a tener que dejarles – hizo una pequeña pausa viendo como Kate sopesaba lo que le estaba pidiendo.
Viendo que no parecía oponerse, se dio cuenta que era el momento. "O ahora o nunca", pensó.
- Esto nos viene grande, Kate, Necesitamos contarles todo a los inspectores.
Kate sopesaba los pros y los contras de lo que Richard le estaba proponiendo: poner las cartas sobre la mesa. Había estado tan cegada en darle justicia a Helen que se había evadido de la realidad, sin darse cuenta que estaba cruzando el límite, que estaba sobre terreno resbaladizo y que si en algún momento daba un paso en falso, caería. Estaba cargando con el peso del mundo a su espalda con un sonrisa, sin pararse a pensar en lo que eso significaba. "No soy policía, soy actriz", se dijo. Aunque hubiese aprendido algo de ese mundo de las investigaciones de homicidios gracias al trabajo de sus padres como abogados criminalistas y a sus diversos papeles en alguna que otra serie de homicidios, su trabajo no era ese.
Comenzaba a sentir el dolor que horas antes había intentado guardar en un rincón para poder seguir adelante. Se sentía exhausta, toda la carga que llevaba a su espalda se estaba comenzando a notar. Fijó su mirada en Richard que le suplicaba, le rogaba, que delegara ese lastre en aquellas personas que son capaces de levantarlo. No podía seguir aferrándose a la idea de que podía con todo, no le quedaba otra alternativa que compartir lo que sabía, pero eso sería con sus condiciones.
Con resignación, asintió viendo como los ojos azules de Richard volvían a cobrar ese brillo que los hacía únicos y un amago de sonrisa parecía dibujarse en su rostro.
- Haré unas llamadas para que me sustituyan en el trabajo. Me tocará hacer turnos dobles durante algo más de una semana, pero no te dejaré sola – dijo más para si mismo que para ella.
******
Los detectives Ryan y Esposito se movían de un lado a otro de la comisaría contrastando datos e informaciones, haciendo llamadas de teléfono, buscando todo aquellos que les pudiera ser útil, para luego ir apuntando los datos en la pizarra blanca. En la parte inferior lo iban anotando todo, dejando espacio en la parte superior para anotar dentro del dibujo de la franja horaria anterior y posterior a la muerte de Helen Maugham, todo aquello que pudiesen descubrir.
La comisaría era un hervidero de murmullos y conversaciones. Todos trabajaban a destajo en un caso que se complicaba por momentos. No había información que les aportase algo jugoso al caso. Eran callejones sin salida que los estaban desquiciando.
- Quizás no les conté todo lo que sabía – ambos detectives se sobresaltaron al escuchar aquel tono de voz tan elevado para hacerse oír en el bullicio de la 12th.
Esposito y Ryan se miraron sin comprender nada y se giraron. Ante ellos, la actriz Kate Beckett y el doctor Richard Alexander Rodgers permanecían impasibles, como si nada hubiesen dicho segundos antes.
- ¿Qué ha querido decir con eso? - le preguntó Espósito a Kate.
- Si le cuento lo que sé, tendrá que prometernos una cosa.
- Creo que no está usted en posición de pedir nada – le señaló Ryan.
- No tengo por qué contarles nada, así que si me disculpan... - hizo ademán de girarse pero viendo como podía acabar la situación, Esposito cedió.
- Cuéntenos lo que sabe y aceptaremos lo que que quieran.
- ¿No quieren saber que es lo que queremos a cambio? - preguntó Richard sorprendido.
- ¿Acaso nos va a valer de algo? De todos modos, si no aceptamos, no nos lo contaran,¿no es así?
" Para ser detectives, creo que son demasiado blandos. Kate tiene más madera de detective que ellos dos juntos" pensó Richard, pero inmediatamente alejó esa idea de la cabeza. No le gustaría ver a su amiga en peligro día tras día para dar justicia a las víctimas de Nueva York. No estaba preparado para eso.
Kate les tendió la nota que minutos antes habían encontrado junto a la puerta de su casa. No estaba segura de que les fuesen a ayudar aquellos dos detectives pero sabía que estaba haciendo lo correcto. Pudo ver la cara de sorpresa de ambos, como parecían tener una conversación con la mirada que solo ellos dos entendían y entonces dirigieron sus ojos a ella y Richard.
- ¿Dónde encontraron esta nota? - le preguntó Esposito exasperado después de que les hubiesen ocultado información.
Kate y Richard le fueron desarrollando los hechos de aquella mañana sin saltarse ningún detalles. Cuando acabaron, ante la mirada de Richard animándola, Kate les contó todas sus sospechas referentes a Tom.
- ¿Por qué no nos contaron antes todo eso? -preguntó Ryan sorprendido de que les hubiesen engañado haciéndoles creer que no sabían nada más de lo que les dijeron.
- ¿Me hubiesen creído si se lo hubiese dicho si no llegan a dejarme esta nota? - ninguno de los detectives respondió – Ahí tienen la respuesta.
- ¿Pero se dan cuenta que esto puede ser muy peligroso? ¿A qué jugaban? - Esposito comenzaba a irritarse.
- Helen era mi amiga, nadie la conocía mejor que yo y por eso supe que no podía quedarme cruzada de brazos y dejar que ustedes hiciesen todo sin yo saber nada de lo que ocurría. Por eso les dije que me tenían que prometer algo.
- ¿Qué es lo que quieren? - preguntó Ryan visiblemente enfadado.
- Queremos que nos dejen colaborar en el caso – soltó Richard sin pensárselo, esperando que la descabellada idea de su amiga no les sonase como tal y aceptasen.
- ¿Qué? -preguntaron ambos detectives al unísono.
- Ya le han oído – dijo Kate.
- Ustedes no son policías. No podemos hacernos cargo de ustedes, el caso ya es lo suficientemente complicado como para tener que hacer de niñeros.
- Sabemos cuidarnos solos, por si no se han dado cuenta.
Ryan y Esposito se miraron estudiando lo que le habían propuesto. Sabían que no se darían por vencidos si les decían que no y seguirían investigando por su cuenta. No podían cargar con el peso de saber que podrían estar en peligro. Ryan le hizo un pequeño gesto a Esposito que le sirvió a este para saber que estaban de acuerdo.
- Si van a trabajar con nosotros, van a tener que acatar nuestras órdenes.
Kate buscó con la mirada a Richard y una pequeña sonrisa, apenas perceptible, apareció en su rostro. "Va a ser difícil que Kate acate las ordenes de vasito de leche y su compañero. Esto va a ser divertido" pensó Richard mientras una amplia sonrisa se dibujaba también en su rostro.
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