Kate era una joven emprendedora que había logrado lo que era gracias a su ambición y constancia. Su dedicación plena al teatro le robó su juventud, y así, vivió toda su vida prácticamente sola, con el único apoyo de su amigo de la infancia, Richard.
Su familia nunca aceptó que se dedicase a un mundo que ellos calificaban como "no apto para una mujer". Todo venía provocado por una mala experiencia que vivió la madre de Kate en sus comienzos de actriz, lo que le marcó para siempre, y por ello, no concebía que su hija encaminase su vida por un mundo que tantos sufrimientos le había causado. Pero Kate no se dejaba convencer por nadie cuando lo que estaba en juego era su vida, era muy independiente y le gustaba su vocación más que nada en el mundo.
Richard había vivido de cerca su gran lucha por convertirse en lo que, con años de dedicación y esfuerzo, lograría: ser la gran estrella de Hollywood. Él siempre la había apoyado, y había viajado junto a ella por todo el mundo, ya que su trabajo estaba ligado a Kate: se había convertido en su doctor de cabecera, pues ella viajaba mucho a causa de su trabajo y necesitaba un doctor que la conociese bien, y que mejor que su amigo, doctor en medicina.
...
El susurro del viento y el movimiento de las hojas le hicieron despertar.
Aun somnolienta, se acercó a la ventana y pudo ver como la lluvia caía con gran violencia sobre Nueva York. En el silencio de la noche pudo escuchar como Lovey, inquieta, ladraba, así que se enfundó en su bata para salir al jardín en busca de la pequeña labradora. Se acercó a ella y la vió temblar, parecía asustada, así que la tomó entre sus brazos y entró en lacasa con ella. La dejó en la habitación que tenía preparada para ella cuando llegase el invierno, y se fue a la suya. Empezó a tener frío, el agua le había calado a través de la bata y estaba helada, así que se introdujo entre las cálidas mantas. Intentó volver a aquel sueño tranquilo en el que estaba sumida antes de que comenzase aquel temporal, pero no podía, se sentía inquieta, no sabía porque pero no se podía tranquilizar, su instinto le decía que algo estaba mal.
Al otro lado de la ciudad, Richard permanecía en su despacho revisando los papeles para una reunión muy importante que tendría lugar al día siguiente. Su aspecto delataba cansancio, pero algo le decía que no podía parar, debía seguir, una especie de sexto sentido le decía que debía permanecer en el hospital. Sabía que la probabilidad de que algo estuviese ocurriendo en Nueva York era bastante alta, pero quería confiar en que, aquello que le inquietaba no fuese a ocurrir.
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