Sabía que no debería estar allí siendo la principal sospechosa pero se negaba a esperar y que el caso fuese archivado por falta de pruebas. Gracias a los guiones de su trabajo y la colaboración de algún que otro miembro del cuerpo de policía había aprendido lo necesario para ser capaz de llevar una pequeña investigación por su cuenta.
Un escalofrió se apoderó de ella al volver a poner un pie en la casa de Helen. Su cuerpo no parecía responder a sus órdenes siendo incapaz de dejar de temblar. El dolor ocupaba todo su ser impidiéndole ver más allá,volvía a sentirse abatida, superada por los acontecimientos. Una sensación de angustia se hizo dueña de su garganta impidiéndole articular palabra alguna. Creía que todo aquello de investigar al margen de la ley sería más fácil pero ella no estaba hecha para eso, no soportaba el dolor de ver a alguien querido asesinado, creía desfallecer, no sabía como iba a seguir adelante.
El contacto de su cálida mano sobre su hombro la tranquilizó. Se giró y pudo ver como lo miraba con ternura y comprensión.
- No estás sola, Kate. Estoy aquí, tranquila – la atrajo hacia él abrazándola. Ella apoyó la cabeza en su pecho y se dejó abrazar – Si quieres seguir adelante yo estaré aquí, pero si decides dejarlo, contarás conmigo también.
Se quedaron abrazados durante varios minutos aunque a ella le parecieron unos escasos segundos.
- Estos días no están siendo fáciles para mí, es duro ver a una amiga asesinada. Tú has estado conmigo en todo momento, cuidando de mi – se separó de su abrazo y lo miró a sus azules ojos – Gracias, Rick.
- Siempre.
Al oír aquella palabra que tanto significado tiene para ambos, una sonrisa se escapó de sus labios siendo compartida por la de él.
Un viento frío comenzó a soplar haciendo temblar las hojas de los árboles, cayendo como una manta rojiza y anaranjada sobre las calles de la ciudad. El otoño iba llegando a su fin para dar paso al crudo invierno, algo que se podía notar en la drástica bajada de temperaturas que había experimentado Nueva York en la última semana.
Kate comenzó a sentir como el frío calaba sus huesos y parecía querer quedarse alojado allí. Richard la rodeo con uno de sus brazos atrayéndola hacia él, entrando en calor. Decidida, Kate dio un paso hacia la casa de Helen, siendo seguida por su amigo, no apartándose de su lado en ningún momento.
- ¿Estás segura de esto, Kate? - le susurró cuando ya estaban dentro de la casa.
- Rick, no quiero que te metas en líos por mi, esto es cosa mía, así que...
- No, Kate – le interrumpió – Te recuerdo que estoy contigo, no voy a irme a ningún lado.
- Está bien, pero si hacemos esto, debemos ser cautelosos y tener mucho cuidado.
- Seré tu fiel escudero – le dijo provocando la sonrisa de ella.
En silencio, ambos se dirigieron hacia la estancia central de la casa, el salón, situado en la planta baja. Se quedaron en la entrada y se miraron a los ojos, asintiendo.
Richard se dirigió hacia el extremo más alejado de la entrada, donde se encontraba la chimenea, mientras que Kate se quedó en la entrada, junto al sofá, para estudiar la habitación en busca de cualquier indicio que pudiera arrojar luz al caso. Fueron haciendo la misma operación con cada habitación de la planta baja, hasta que llegó el momento de subir las escaleras hacia la habitación de Helen.
Dubitativa, Kate empezó a subir escalón tras escalón, sintiendo la calidez de la mano de Richard sobre su hombro que le daba la fuerza que necesitaba para seguir adelante. La sangre seguía siendo visible en algunos rincones de la habitación, sobre todo en la cama donde Helen fue hallada muerta. Caminó por la habitación sin dejarse impresionar por la sangre, evitando prestarle atención, centrándose en lo importante, lo que habían ido a hacer: hallar alguna prueba. Tal y como había aprendido durante sus largas horas de ensayo, se puso unos guantes de látex para no mezclar sus huellas con las que pudiera haber en los objetos de la habitación y le pasó otros guantes al doctor.
Durante más de media hora ambos estuvieron sumidos en el más profundo silencio. De vez en cuando sus miradas se cruzaban en un intento por saber si el otro había encontrado algo. Tras una exhaustiva búsqueda, cansados, ambos se dejaron caer sobre la pared, deslizándose hasta quedar sentados.
Richard giró su cabeza y vio a Kate con la mirada perdida sin ser capaz de decir ni hacer nada que no fuese estar lejos de aquel lugar en aquel momento.
- Ey, Kate, ¿te encuentras bien? - le preguntó casi en un susurro.
- Esto... es... frustrante – se giró para enfrentar su mirada con la de él – Sé que a Helen la asesinaron, pero los detectives no parecen contemplar la idea de que yo no soy la culpable de su muerte, además, no hay pruebas que nos puedan llevar a un sospechoso.
- Quizás lo estamos haciendo mal, creo que deberíamos verlo desde otras perspectiva.
- ¿A qué te refieres? - su tono de voz había cambiado y ahora parecía estar emocionada.
- Debemos empezar a pensar como el asesino. Si Helen fue asesinada...
- Lo fue - le interrumpió corroborando de forma tajante su hipótesis.
- El asesino debía conocerla y tener alguna clase de relación con ella. No hay signos de que la cerradura de la puerta fuese forzada, por tanto, o tenía una copia de la casa o...
- Sabía donde la escondía Helen – dijo completando la frase, metiéndose de lleno en la historia.
- Helen dormía tranquilamente ajena a lo que en la planta de abajo sucedía – se levantó y comenzó a pasearse por la habitación bajo la atenta mirada de Kate – Según sabemos, no llegó a robar nada, su único interés era Helen. Así que subió las escaleras sin hacer ruido entrando en la habitación.
- Cuando la encontré no parecía hacer marcas de forcejeo, luego Helen debía estar dormida cuando la... - fue incapaz de completar la frase ante el horror que le causaba imaginarse la escena.
Richard se acercó hasta ella que permanecía en el suelo sentada, con la mirada fija en la cama de su amiga.
- Daremos con él, no te preocupes – se arrodilló junto a ella y la acercó hasta su pecho – Ahora, salgamos de aquí.
*****
En otro lugar de la ciudad, la gente caminaba sin prestar atención a lo que ocurría a su alrededor. Inmersos en sus propios problemas, eran incapaces de ver más allá, preocupándose solo de si mismos. Así, en una misma calle, se podía observar como una joven lloraba ante una llamada que cambiaría su vida para siempre, mientras a dos pasos de ella, un hombre sonreía y acariciaba el vientre de su esposa.
Desde la venta de la comisaría 12th, el detective Javier Esposito observaba la escena siendo testigo de todo ello. La voz de su compañero le trajo de vuelta a la realidad.
- ¿Crees que Kate tuvo algo que ver con la muerte de Helen? - le preguntó Ryan pareciendo haberle leído el pensamiento.
- Es una mujer testaruda que parece no darse por vencida fácilmente. Todo lo que sabemos hasta ahora nos lleva a Kate, pero algo me dice que no fue ella. No parece de esa clase de mujeres capaces de matar, creo que solo estaba en el lugar equivocado en el momento equivocado. Pero no tenemos pruebas que nos abra otra vía de investigación.
- Puede que Kate tuviese razón y debamos investigar más a fondo a Tom y el círculo de amistad de Helen. Me cuesta creer que Kate tenga algo que ver con todo esto - confesó un pensativo Ryan.
- Iré a hablar con Lanie, con suerte quizás nos tenga algo que nos pueda servir. Tú trata de investigar en la vida de Helen, busca los contactos que pudiese tener, sus amigos,... Si es necesario hablar con Kate, hazlo, a ver si así logramos salir de este atolladero en el que estamos metidos – le terminó diciendo casi a gritos mientras se dirigía al ascensor camino a la morgue.
- Claro Javi... Lo que tu digas Javi... - se burló malhumorado cuando vio que las puertas del ascensor se cerraban – Siempre me toca a mi el trabajo duro – enfadado se sentó en su escritorio y comenzó a hacer llamadas.
****
Kate acariciaba a Lovey que estaba sentada en su regazo. Dejo caer la cabeza sobre el respaldo del sofá mientras escuchaba como la labradora ronroneaba cuando le acariciaba tras las orejas.
- Le gusta que le hagan cosquillas, es una perrita muy buena – se acercó hasta Kate dándole una taza de café. Se sentó a su lado con su taza en las manos.
- Gracias – tomó su taza de café sintiéndose reconfortada, compartirla con su amigo era el mejor método para calmarse, él sabía como tranquilizarla – Después de tantos años, hay cosas que no han cambiado.
- ¿A qué te refieres?
- A tus cafés. Desde que nos conocemos se ha convertido casi en un ritual, las conversaciones contigo tomando un café se han convertido en un modo de hacerme sentir segura. Quizás sea tu compañía, siento que a tu lado nada malo puede pasarme – se dejó caer sobre el hombro de Richard que la rodeo con su brazo.
- En estos días estoy descubriendo más cosas de ti que en los casi 30 años pasados desde que nos conocimos. Quizás si dejarás ver al mundo como eres realmente, lograrías mucho más.
- No quiero nada más que lo que tengo ahora: mi trabajo en el teatro, mi familia y a ti.
- ¿Qué ha sido de esa chica que soñaba con ser la gran actriz de Hollywood?
- Sigue aquí, pero la vida le ha hecho ver las cosas de otro modo.
- Definitivamente, no pareces tú – le dijo riendo contagiándole a Kate su risa.
Permanecieron en silencio durante unos segundos, disfrutando de la compañía del otro. Fue ella quien interrumpió el silencio.
- ¿Recuerdas el día que nos conocimos?
- Como olvidarlo, ya entonces me sorprendiste...
- Como olvidarlo, ya entonces me sorprendiste...
Una niña de apenas tres año con unos ojos de color miel que destacan en su angelical rostro,camina de la mano de su madre con una sonrisa que le ilumina la cara. Feliz, va dando saltitos ante la atenta mirada de su madre que no puede evitar sonreír al verla tan contenta; las fiestas navideñas le encantan y las grandes luces de la ciudad le llaman mucho la atención.
- Mami, ¿qué pone en las luces? - le pregunta sobre unas grandes luces que alumbran Time Square?
- Ahí pone Feliz navidad.
- Yo quiero unas así para casa – suplicó la pequeña con una sonrisa
- Katie, esas luces son muy grandes y si las ponemos Santa Claus no podrá dejar los regalos – la niña pareció desilusionarse – Pero haremos una cosa, pondremos luces pero más pequeñas para que Santa no tenga problemas, ¿qué te parece?
- ¡Bien! - exclamó dando saltitos provocando la sonrisa de su madre.
- Hola cariño – un hombre apuesto ataviado con un traje de chaqueta negro y una corbata violeta besó a la mujer, sorprendiéndola.
- Jim, ¿qué haces aquí? - le preguntó pasando la mano por el cabello de su marido atrayéndola hacia ella para volverlo a besar.
- Terminé pronto en el bufete y me fui a casa, pero cuando llegué Emma me dijo que habías terminado pronto en tu bufete y te habías ido con Katie. Me comentó que ibas a ver las luces con la niña y pensé darte una sorpresa.
- ¡Papi, papi! - la pequeña daba saltitos hacia su padre que la cogió en brazos – Mami me ha dicho que podemos poner luces en casa como esas – señaló las luces que escasos minutos antes había estado viendo con su madre – en casa pero más pequeñas para que Santa pueda traernos los regalos.
- Claro cariño, pondremos luces – la niña abrazó a su padre dándole un beso en la mejilla.
Jim bajo a su hija de sus brazos, ya que parecía entusiasmada con algo que había visto. Johanna hablaba con su marido cuando la pequeña le tiró del vestido para que le prestase atención.
- ¿Qué pasa, Katie?
- Mira mami, es la virgen María y San José. ¡Vamos a verlo!
Los padres se miraron y asintieron. De la mano de ambos, Kate sonreía mientras se dirigía hacia donde estaba el belén viviente.
Un niño de no más de 10 años, de ojos azules y cabello rubio suplicaba a la virgen que se fueran a casa. Kate, que era una niña muy curiosa, se acercó al niño.
- ¿Por qué molestas a la virgen María?
- Es mi madre y lleva mucho tiempo aquí; quiero irme a casa – cuando se giró y vio los ojos de Kate pareció quedarse mudo. De repente, sus mejillas comenzaron a sonrojarse.
- ¿La virgen María es tu madre? - le preguntó si entender muy bien lo que aquel niño le había querido decir.
- Ella no es la virgen María, es una actriz, una persona que se dedica a hacer de otras personas – le explicó.
La pequeña salió corriendo dejando al niño sin palabras. La siguió con la mirada y vio que se acercaba a una pareja.
- Mami, de mayor quiero ser como ella – señaló a la virgen María – De mayor quiero ser actriz – le escuchó decir el niño haciéndole sonreír.
- Desde pequeña tuviste las cosas muy claras, ni siquiera aunque tu madre se opusiese a que te dedicases a la interpretación te echaste atrás.
- Mi madre se frustró al no poderse dedicar a ello y tener que acabar como abogada, aunque luego se alegró. Su vida es hacer justicia, siempre dice que no cree que nada le hubiese hecho más feliz en esta vida que dedicarse a lo que se dedica, pero yo no soy ella.
- Eso, creo que todos los que te conocemos nos hemos dado cuenta – dijo riendo – Eres única – le besó el pelo – Hace frío y es tarde, deberíamos irnos a dormir – su amiga no se lo había pedido pero no era necesario, no se iba a apartar de su lado hasta que todo el asunto de Helen se resolviera, así que, un día más, se quedaría a dormir con ella, en su casa.
- Quedémonos un poco más aquí, estoy muy bien así, contigo, Rick.
Richard asintió. Tomó una pequeña manta que había en el sillón y se la colocó. Se volvió a sentar y ella se acurrucó sobre su pecho mientras la pequeña labradora saltaba del sofá y se dirigía a su casita.
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