viernes, 12 de octubre de 2012

AND IF... ? Capítulo 13: No todo es lo que parece


Un precioso anochecer la envolvía, unos tonos violetas y rojizos jugaban en un cielo que comenzaba a llenarse poco a poco de estrellas brillando en la inmensidad de la incipiente noche de Vancouver. Se sentía segura entre sus brazos, protegida, era una nueva sensación para ella el sentirse consentida y cuidada por otra persona, y que fuese él quien la hiciese sentir así le gustaba. Se recostó en su pecho y sus brazos la rodearon, haciéndola sentir en casa. Cerró los ojos percibiendo su dulce y embriagador aroma, ese olor a Richard Castle que tanto le gustaba. Sus dedos recorrían la forma del anillo que llevaba en la otra mano, ese anillo que horas antes le había regalado tras unas tiernas palabras.

“Este anillo me hizo recordar a nosotros. Los delfines son unos animales muy sociables que viven en grupo, necesitan del calor de los suyos. Cuando comienza el período de apareamiento, los machos buscan a hembras con las que comparten el resto de su vida, son animales de una sola pareja con la que tienen a sus crías y envejecen juntos. Estos delfines enlazados son un símbolo de amor, ese amor que te hace pensar en la felicidad de la pareja antes que en la tuya propia, ese amor por el que arriesgas todo por la otra persona, ese que hace que dos personas se fundan en una sola.”

Deposita su mano encima de la de ella, impidiendo que pueda seguir haciendo círculos con su dedo por alrededor del anillo, para entrelazar sus manos. Sus intensos ojos azules la miran con dulzura y sus labios buscan los suyos con ternura, con delicadeza, disfrutando de ese beso, convirtiéndola en magia. Se quedan apoyados frente con frente, mientras sonríen como dos adolescentes locamente enamorados.

Desde el pequeño sofá del balcón del hotel podían contemplar a sus pies la tranquila noche de Vancouver que hacía su aparición sigilosamente dejándoles disfrutar de un espectáculo de colores con la puesta de sol como protagonista, mientras los escasos coches que aun circulaban por la ciudad iban desapareciendo uno a uno.

Recostada en su pecho, dejándose acariciar por sus suaves y delicadas manos, su mente viajó por cada momento compartido a su lado durante sus días en la ciudad canadiense y agradeció la insistencia de su amiga porque fuera en su búsqueda.
Desde que su madre muriera asesinada se había creado un mundo donde creía que podría ser feliz sola, que no necesitaba a ninguna persona de forma permanente en su vida, son embargo Castle le había hecho cambiar de opinión. Desde la primera vez que lo vio en una de las presentaciones de su primer libro supo que tenía algo especial. Por aquella época ella no era más que una niña y lo veía como alguien inalcanzable que siempre iba rodeado de mujeres atractivas. Cuando años después coincidió con él en un caso relacionado con uno de sus libros, su admiración de adolescente había cambiado, ella misma había cambiado, pero aunque se lo negara a si misma, le seguía despertando muchos sentimientos que estaban latentes, dormidos en su interior. Con paciencia y cariño, Castle se fue ganando su confianza y ese muro que ella misma levantó, comenzó a caer.
En estos días se había dado cuenta de lo mucho que significaba en su vida, se había acostumbrado a despertar en sus brazos, apretándola contra él para sentirla cerca, a su forma de mirarla cuando creía que ella estaba dormida, a su dulce aroma, a sus bromas y locuras que la hacían parecer un niño pequeño, pero sobre todo, se había acostumbrado a sus constantes mimos y a sentirse querida.

-          - ¿Qué piensas, Kate? – le aparta suavemente un mechón de pelo de su cara y le da un dulce beso en la frente.

-          - Recordaba estos días que hemos pasado juntos, me he perdido mucho contigo estos cuatro años y ahora no quiero que pase el tiempo.

-          - Aun me quedan unos días por Vancouver para terminar todas las entrevistas, tenemos tiempo de disfrutar antes de volver al trabajo, cariño – se acerca a sus labios para besarlos delicadamente y estrecharla entre sus brazos mientras la luna se irgue imponente en el oscuro cielo azul.

-          - Prométeme una cosa – le dice en sus labios.

-          - Lo que sea, cariño.

-          - Prométeme que no te separarás de mí más de lo necesario.

-          - No podría separarme de ti aunque lo quisieses – le susurra al oído provocando que un sutil cosquilleo la invada – Te quiero, Kate.

-          - Y yo a ti, Rick.

-         -  Será que he esperado tanto tiempo para que dijeras eso que ahora me parece un sueño. Vuélvelo a repetir, por favor – le dice en tono juguetón.

Parecía un niño pequeño entusiasmado ante un juguete nuevo de reyes. Él la había complacido desde que fuera en su búsqueda, “así que una vez que lo complazca yo no está mal” pensó.

-          - Te quiero Rick – sus ojos se había oscurecido y su voz sonó llena de lujuria, lo que no pasó desapercibido para él, que tras verla morderse el labio se acercó y le mordió el labio inferior antes de comenzar un juego de besos dando rienda suelta a la pasión.



En la sala de descanso, Espósito y Ryan miraban perplejos como Gates luchaba con el debate que se estaba librando en su interior.
Julian, el joven licenciado en Bellas Artes, experto en reconstrucciones faciales de la comisaría, se había encargado de realizar el retrato robot de la persona que el portero de Smith había visto subir al edificio de éste. Cuando Ryan y Espósito recibieron el dibujo, decidieron hablar con Gates en un lugar alejado del resto de compañeros.

Gates hacía círculos alrededor de la sala sujetando en una mano temblorosa el dibujo que no era capaz de volver a mirar.

-          - Esto no puede ser, debe haber un error.

Era lo único que había sido capaz de decir cuando los detectives se lo entregaron, aun sabiendo que trabaja con el mejor equipo de Nueva York y los errores están descartados.
Sabía que las personas cambian y que el Rob que ella recordaba podía no ser el mismo de ahora, pero se negaba a creerlo, quería pensar que solo era una absurda broma del destino que lo había llevado a estar en el lugar equivocado en el momento equivocado.
Recordaba como aun siendo una novata, Rob le había protegido en los casos que había llevado, cubriéndola, siendo su leal compañero, no se había separado de su lado durante los años que estuvo en la comisaría de California, le animaba a seguir sus instintos, le enseñó a entender  que en ese trabajo que realizan a diario no siempre se gana pero que eso no quiere decir que sean mejores o peores en su trabajo, sino que viven en un mundo lleno de injusticias donde a veces la maldad sale impune y su trabajo consiste en tratar de hacer un mundo más justo.
No quería plantearse la posibilidad de lo que para todos comenzaba a ser una duda razonable, no quería creerlo, pero no podía dejarse guiar por sus sentimientos, no podía ser participe de una injusticia, debía trabajar como si de un caso más se tratase, al margen de lo que sus sentimientos y su corazón le dictase.
Rob había sido participe desde sus inicios como detective de todos los detalles referentes al caso de Joahnna Beckett, tenía tanta información como ella había podido conseguir en sus inicios. “Pero, ¿qué relación tiene Rob con todo este caso?” se preguntó. Mientras seguía caminando podía notar las miradas de los detectives estudiando cada movimiento que hacía. Entonces su mente viajó hasta una fotografía que había visto entre sus informes del caso de Joahnna. Con paso decidido, salió de la sala de descanso, con Espósito y Ryan pisándole los talones, hasta su despacho. Abrió el cajón cerrado con llave donde tenía los informes y allí estaba. Una fotografía de unos 10 años atrás apareció antes sus ojos.

-          - ¿Ocurre algo? – le preguntó Ryan con un tono que denotaba preocupación.

Gates parecía no haberle escuchado y siguió mirando la imagen.  El alcalde aparecía en el centro de la fotografía realizada con motivo de las elecciones de ese año, en el ayuntamiento de Nueva York. Todo sería normal si no fuese por un pequeño detalle: al fondo de la sala, un hombre de no más de 40 años se dirigía a la salida, vestido de manera informal como si quisiese pasar desapercibido, pero el hecho de que ella le conociese tan bien hacía que fuese fácilmente reconocible a sus ojos, sin duda era Rob con 10 años menos.
Perpleja ante el hecho de que apareciese en la fotografía del alcalde, consciente de la posibilidad de una conexión entre ambos, le tendió la imagen a Ryan y Espósito que permanecían atentos a cualquier movimiento que hiciese o cualquier palabra que dijese.

-          - Este es un tema delicado que quiero que llevéis con la máxima discreción. Investigad cada paso de Rob desde la muerte de Joahnna Beckett, todos sus contactos, estudiad sus cuentas y fijaros en cualquier cantidad o movimiento sospechoso, investigad a sus familiares y su círculo de amigos, necesito saber si tengo algún motivo para creer que Rob es un asesino. Tened cuidado con la información, Rob es un hombre perspicaz y si descubre que tramamos algo no dudará en averiguar de qué se trata. Debemos ser cuidadosos y minuciosos con esta investigación.

Sin saber muy bien que decir, ambos asintieron y se marcharon a sus mesas, poniendo en marcha la investigación.


El sonido de las hojas al ser movidas por el viento lo despertó, estaban en al balcón de la habitación donde se habían quedado dormidos abrazados, cubiertos por una pequeña manta. Con cuidado de no despertarla, la tomó entre sus brazos y la dejó en la cama, acostándose junto a ella, apretándola contra su pecho. Besó su mejilla y se quedó dormido junto a su musa.
Protegida entre sus brazos, no quiso abrir los ojos y se hizo la dormida, sintiendo el calor de su cuerpo. Sus brazos la rodeaban impidiéndole hacer cualquier movimiento sin que él se diese cuenta. Con cuidado se separó de sus brazos y se fue hasta su bolso de donde, con cautela, sacó un libro titulado “Stanley Park”. Sabía que Richard la había buscado por Vancouver esos días y no la había encontrado, así que cuando paseando por Granville la vio, dejó a Castle eligiendo los regalos para su madre y su hija y ella fue a comprarlo con cuidado de que no se diese cuenta. Se trataba de una novela escrita por el conocido Timothy Taylor. Junto al libro, que dejó en la mesita de noche de Castle para que fuese lo primero que viera al despertar, un bolígrafo de pluma negra con la palabra ALWAYS grabada resplandecía en la habitación. Tras colocarlo todo, volvió a la cama entre sus brazos quedándose profundamente dormida mientras su respiración pausada jugaba con su cuello haciéndole cosquillas y su calor corporal la acurrucaba.

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