Dicen que el amor
mueve montañas, que por amor se puede llegar a hacer locuras que creías que
nunca jamás harías, que por amor, eres capaz de darlo todo.
Dicen que cuando
estás enamorada vives en una nube, en una eterna luna de miel.
Dicen que cuando
amas a una persona solo te importa hacerla feliz.
Dicen que amar y ser
amada es uno de los mejore regalos de la vida…
Esa preciosa mujer
de largo cabellos ondulado dormía plácidamente dejando a sus pies la ciudad que
tanto dolor le había traído los pasados días para volver a él, a ese hombre de
penetrantes ojos azules que le había vuelto su vida del revés. Solo era capaz
de hacer que deseara que comenzase un nuevo día para verlo como entraba en la
sala de descanso para preparar su café y dejárselo delicadamente en su mesa,
solo él era capaz de volverla loca en los casos con sus teorías, solo él era
capaz de ponerle una nota de humor a los momentos duros haciéndolos más
llevaderos, solo él era capaz de conseguir que su corazón latiese más rápido y
más fuerte al mismo tiempo, solo él era capaz de desarmarla y dejarla
indefensa, solo él había conseguido romper ese muro que la protegía, solo él,
solo Castle.
Un estruendo la
despertó, abrió los ojos y su corazón le dio un vuelco, estaba en Vancouver, a
solo unos pasos de Castle. Antes de marcharse de Nueva York hizo algunas
llamadas, quería sorprenderlo y para ello necesitaba saber donde se alojaba.
Conocía muy bien a Castle y sabía que estaría en un gran hotel, eso le dejaba
varias opciones que fue reduciendo llamando a las recepciones de cada uno de
ellos. Al principio se mostraban reacios a confirmarles si Castle se alojaba o
no en esos hoteles hasta que ella les mentía diciéndoles que todo formaba parte
de una operación policial y no debían obstruir a la justicia. No estaba mal
divertirse un rato, pensaba.
Sabía que Castle no
estaba muy lejos de donde se encontraba y los nervios se apoderaron de ellas,
estaba nerviosa por volverlo a ver, parecía una adolescente pero no le
importaba, hacía tiempo que no se sentía así por nadie y le gustaba descubrir
todo lo que él le había conseguido despertar.
Castle condujo hasta
Stanley Park, al note de la ciudad, un lugar tranquilo que en ese momento
estaba desierto. “Vancouver no es Nueva York, la calma y la paz que se respira
en la ciudad donde me encuentro las diferencia”, pensó.
El lago Beaver que
pasaba por allí refrescaba el ambiente y hacía que las vistas fuesen
espectaculares. Ese paisaje le animó a caminar y a dejarse absorber
completamente por él, el suave olor a lirios llenaba todos sus sentidos. Se
dejó embeber por ese ecléctico parque que le hizo pensar cuanto le habría
gustado aquello a Alexis cuando era pequeña y se dijo a si mismo que le
propondría pasar un día allí, aunque ya era toda una mujer y se estaba
construyendo su propia vida, siempre tenía tiempo para él.
Beckett tomó un taxi
desde el aeropuerto, desde donde podía contemplar a través de las ventas cada
detalle de Vancouver, no podía apartar la vista que le proporcionaba el mar que
cubría la zona norte de la ciudad para dar paso a los edificios modernista de
una altura considerable que, dedujo ella, sería la zona de negocios. A lo
lejos, las montañas cubrían Vancouver haciéndola acogedora.
El viaje en taxi se
le hizo corto, había estado tan absorta contemplando la ciudad que no se había
percatado que estaban en el complejo Canada Place.
Cuando entró en el
hotel se quedó embelesada ante tanta elegancia y sofisticación. Nunca había
visto nada igual, aquellas cristaleras que cubrían el vestíbulo dejando ver el
puerto la dejó sin palabras. “Castle tiene un gusto exquisito eligiendo hotel”
pensó. Se dirigió al recepcionista y preguntó por Richard Castle. Un amable
señor le informó que había salido.
Castle seguía
caminando por el parque hasta que su estómago comenzó a rugir. Se dio cuenta que
la hora de almorzar se acercaba así que volvió tras sus pasos hasta el Lexus
poniendo rumbo de nuevo al hotel. En el paseo por Stanley Park había tenido
tiempo de pensar y había llegado a la conclusión de que tenía que hablar
claramente con Samantha sobre sus verdaderos sentimientos hacia él.
Aparcó frente al
hotel y se dirigió a recepción pero le esbelta figura de una mujer hiso que no
pudiese dar un paso más, se había quedado de piedra. Hablando distendidamente
con el recepcionista estaba ella, no pudo evitar pensar que, aunque no podía
verla de cara, estaría preciosa. Su larga melena caía sobre sus hombros, una
camisa de cuadros azules de mangas cortas marcaba su figura acompañada de un
ajustado pantalón vaquero y unos zapatos negros de tacón.
Ella pareció darse
cuenta de su presencia y se giró dejándolo sin poder decir palabra.
- - ¿Qué haces aquí Beckett? – consiguió decirle aún sorprendido
-
- Necesitaba hablar contigo Castle y que supieras algunas cosas
que no pude decirte por teléfono – se acercó a él quedando a escasos
centímetros para que solo él la escuchase.
Castle no entendía
nada. Hacía unas horas había sabido que Beckett había estado a punto de
morir ahora estaba allí, frente a él,
mirándolo con esos ojos verdes de los que se había enamorado , esperando una
contestación por su parte, esperando no ser rechazada.
- - Este no es el lugar para hablar de ello – le dijo mirando a
su alrededor. Beckett hiso lo mismo y asintió
- Es la hora de almorzar y estoy hambriento. ¿Qué te parece si hablamos
mientras comemos algo?
Beckett volvió a
asentir fijando su mirada en los ojos azules de Castle.
Samantha había
despertado inquieta, con la sensación de que algo no iba bien. Se levantó y fue
hasta recepción, no quería llamar a la habitación de Castle, no quería que este
pensase que estaba invadiendo su intimidad, así que pensó que sería mejor
preguntar al recepcionista para ver si Castle había bajado de su habitación. Su
sorpresa fue descubrir que se había marchado, no le había dicho nada, en
Vancouver Richard no conocía a nadie salvo a Tessa pero algo le decía que tras
su conversación con Beckett no estaría con ella. “¿Dónde estás Richard?” se
había preguntado. Pasó la mañana relajada en la piscina del hotel y a la hora
de almorzar decidió irse a comer a un mexicano que había visto cercano al
hotel. Al bajar a recepción no pudo creer lo que vio. Allí estaba ella, con
Castle y se iban juntos. “¿A qué habrá venido ahora?” Una sensación de
inseguridad y miedo ante lo que pudiese llegar a ocurrir entre ellos dos la comenzó
a embargar.
Castle eligió el
restaurante Hudson’S Bar & Grill para almorzar, era sencillo y elegante a
la vez, resultaba acogedor, ideal para mantener una conversación sin tener a
nadie atento de lo que dijesen.
El encargado del
restaurante le llevó hasta una mesa discreta desde donde podían contemplar la
ciudad gracias a las espectaculares ventanas que había a su alrededor. Luego le
retiró a Beckett la silla para que pudiese sentarse y les preguntó por lo que
tomarían. Castle le pidió el mejor vino de la zona.
Mientras servían la
comida, Beckett comenzó a hablar.
-
Castle, necesito contarte lo que sucedió el día que
discutimos – Castle asintió sin decir palabra – Como te dije, Espósito
consiguió una nueva pista sobre el caso de mi madre que nos llevó hasta el
hotel The Rosslyn, pero nos habían tendido una trampa y nos estaban esperando.
Tuve una pelea en la azotea del hotel y quedé colgando de ella. Tuve mucho
miedo, miedo de caer y no poder decirte lo mucho que me importas, de no tener
la oportunidad de ser esa Nikki Heat de tus libros, miedo de no podernos dar
una oportunidad. Por mi mente pasaron imágenes de estos cuatro años juntos, de
nuestro primer caso y lo insoportable que me pareciste, de como te fuiste
ganando mi confianza día a día, de como me cubrías y me protegías en cada caso,
de como te fuiste colando en mi vida sin darme apenas cuenta. Lo siguiente que
recuerdo es estar en el hospital, confusa, y solo pensar en ti, eres lo único
que me importa, he venido aquí por ti.
Castle, que había permanecido
en silencio mientras Beckett le hablaba, comiendo mientras la escuchaba, le
asaltó una duda y no dejó escapar el momento, necesitaba despejar todas sus
dudas y saber que no volvería a marcharse de su vida.
- - ¿Qué ocurrirá con el caso de tu madre?
-
- Gates me ha prohibido seguir en él, de hecho me pidió – dijo
esta última palabra haciendo un gesto con los brazos en forma de comilla – que
me alejase de Nueva York. Ella y los chicos se encargarán de continuar y me
mantendrá al corriente de lo que ocurra. Castle, me he dado cuenta que solo te
quiero a ti, el caso de mi madre ha ocupado gran parte de mi vida, me marcó
tanto que tenía miedo de arriesgarme con alguien y acabar dañada, pero tu has
cambiado mi vida y ya nada me impide que sea feliz a tu lado.
Castle observó los
ojos de su musa pidiéndole que le dejase entrar en su vida y por primera vez en
varios días Castle sonrió.
- - Ven, quiero mostrarte un lugar – dejó el dinero de la cuenta
más una propina en la mesa y tomó a Beckett de la mano, provocando que esta se
ruborizara.
-
- ¿Es que no piensas decirme nada sobre lo que te acabo de
contar? – al mirarlo a los ojos pudo ver como un brillo especial lo envolvían y
su sonrisa pícara lo delató. “Se me olvida que a veces puede llegar a ser como
un niño pequeño”
Decidió no hacer
preguntas ni insistir, realmente no lo necesitaba. Castle estaba intentando
provocarla y a ella también le apetecía jugar un poco con él. No le importaba
donde la llevase, estaba con él y el resto no le importaba.
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