Las nubes comenzaban
a imponerse cubriendo el cielo, parecía que no tardaría en que la lluvia se
hiciese presente. Decidido a no perder el tiempo y dar con Castle lo antes
posible, había cogido las llaves del coche que este había alquilado, el flamante
Lexus. No era el coche más apropiado para un rescate, pero no quería tener que
esperar un taxi; aparcaría alejado de la zona para no ser vista. Se sentó en su
asiento y encontró el GPS de Castle, era perfecto, se ahorraría para y
preguntar cómo llegar a Stanley Park. Introdujo la dirección en el GPS y
comenzó a conducir, siguiendo las indicaciones que le iba dando. En su mente
una sola idea le hacía seguir adelante: volver a ser abrazada por su escritor.
Como si la vida les
fuese en ello, Rob y Gates trabajaban sin parar en la 12th entre informes y
documentos que les permitiera ver la luz.
Sin quitarle el ojo
de encima a su compañera, Rob revisaba cada información o cada detalle
relacionado con el alcalde, su instinto le decía que sus sospechas sobre él no
eran infundadas. Podía notar el nerviosismo de Gates, la conocía muy bien y
sabía de su hermetismo, parecía una mujer dura con aspecto de que su vida
girase en torno a su trabajo en la comisaría pero él sabía que no era así. Su
carácter y su forma de ser la hacían parecer un tempano de hielo a la que nada
le afecta, pero solo es una persona tremendamente reservada, ávida de encontrar
la persona adecuada con la que descargar su miedos e inseguridades, con la que
intercambiar confidencias y risas, con la que compartir su día a día. Su
trabajo le proporciona la capacidad de darse a conocer a los demás, sin
embargo, ella opina que fue elegida entre miles de persona para trabajar en la
comisaría de California en sus inicios, por su valía y que eso es lo que deben
ver los demás en el trabajo, como en alguna ocasión le había hecho saber a Rob.
Su inaccesibilidad impide llegar a conocerla, lo que a Rob le enfurece porque
hace que los demás la juzguen por alguien que no es.
Mientras permanecía
absorta en los informes, Rob comprobó que realmente no había cambiado en 20
años, había adquirido experiencia y mejorado como inspectora pero seguía siendo
la misma mujer con miedo a mostrarse a los demás.
De repente, dejó de
pasar hojas y se quedó fija mirando un informe que tenía frente a ella.
- - ¿Qué ocurre Gates? ¿Has descubierto algo? – Gates enmudeció.
Nunca la había visto así - ¡Gates! – la apremió.
Sin decir palabra,
le pasó la hoja del informe que estaba leyendo, señalándole un solo nombre, Joe
Lieberman, uno de los senadores de Estados Unidos. Junto a dicho nombre,
parecía entre signos de interrogación la palabra narcotráfico. De inmediato,
Rob supo el motivo por el que Gates había enmudecido.
- - ¿De dónde has sacado estos documentos? – dijo interrumpiendo
aquel silencio que se había creado.
- - Tengo mis contactos, Rob – comenzó a hacerse la interesante –
Pedí que me enviasen todos los informes de los casos que Joahnna llevaba antes
de que fuese asesinada así como cualquiera documento de cualquier investigación
en la que se hubiese embarcado. Seguí tu línea de investigación y parece que no
me ha ido nada mal.
- - ¿Nada mal? – preguntó atónito – Esto es una bomba de
relojería Gates, lo que tenemos entre manos puede cambiarlo todo si llegase a
salir a la luz. ¿No lo entiendes? Casi los tenemos, si logramos encontrar
pruebas, esto supondría el fin de sus carreras, motivo suficiente para que
quisiesen eliminar a Joahnna y a todo aquel que tuviese esta información en sus
manos. Debemos ir con cuidado si queremos cogerlos.
Gates asintió
volviendo de inmediato a centrarse en los informes.
- - No será complicado hacerlo hablar, hará cualquier cosa por
protegerla – caminaba de un lado a otro nervioso ante lo que tenían entre
manos.
Una zona poco
transitada de Stanley Park muy cercana a los almacenes era testigo de las
conversaciones de cuatro hombres sin escrúpulos que planeaban su victoria. Solo
uno caminaba sin parar alrededor de los otros tres, los cuales permanecían
relajados en un banco del parque. Era el más joven de todos y el que menos
tiempo llevaba en el grupo, su inexperiencia se hacía patente en sus
incontrolados nervios.
- - Es más listo de lo que parece, Connor, debemos tener cuidado
con él, intentará jugárnosla al menos descuido – dijo el veterano muy tranquilo
desde su posición – Tú te quedarás con David a esperar a la detective – dijo
señalando a su compañero, un hombre rubio de ojos azules y cara aniñada cuyo
rostro permanecía imperturbable – Mike y yo nos quedaremos con el escritor –
todos asintieron sin ser capaces de contradecir las normas del líder del grupo.
Una intensa lluvia cubría Vancouver., dejando las calles
como pequeños lagos por los que el agua circulaba. Kate caminaba por un bosque
de espesos árboles con un pequeño maletín cuando unas sombras aparecieron tras
ella. De repente el cielo se cubrió completamente de nubes, la oscuridad se
hizo completa y la detective dejó de caminar. Se paró en seco y aguzó el oído.
El sonido de las hojas al ser pisadas fuertemente hizo que girase sobre sí
misma. “No hay nadie”, pensó. Otro pasos tras ella provocó que se volviese a
girar sin tener tiempo de actuar cuando unos brazos se abalanzaron sobre ella.
Agitado y empapado
en sudor, Castle despertó de su pesadilla. Había sido solo un sueño, Kate
estaba bien. Pero entonces se dio cuenta que seguía atado. No todo había sido
un sueño, seguía secuestrado, pero no estaba dispuesto a dejar que la última
parte de su pesadilla se materializase. Se encontraba agotado, aun le
flaqueaban sus piernas debido al golpe al caer contra el suelo, pero se obligó
a si mismo a incorporarse y volver a intentar zafarse de la cuerda que mantenía
sus manos unidas. Concentró todas sus fuerzas en ello y pudo comprobar como
poco a poco el nudo comenzaba a aflojarse sintiendo un gran alivio en sus maltratadas
muñecas. Deseoso de ser libre, no escatimó el valioso tiempo del que disponía
antes de que volviesen y una vez liberadas las manos, se quitó la mordaza y la
venda. Sus ojos, molestos por la luz a la que debían acostumbrarse, fueron
siendo capaces de permitirle ver con mayor nitidez y fue capaz de observar que,
como él mismo había intuido, se encontraba en una amplia sala en penumbra a la
que solo le entraba un pequeño rayo de luz de una de las ventanas que se
encontraba sin tapar completamente, a diferencia de las otras seis que había
alrededor de aquella habitación. Un escritorio con una silla era el único
mobiliario que había. Sopesó sus posibilidades. Un sola puerta en toda la
habitación le permitiría salir, pero ¿y si se los encontraba de frente? No
tenía nada que hacer contra cuatro hombres, acabaría de nuevo amordazado y
sabía que no serían benevolentes con él. No había lugar donde esconderse puesto
que la habitación estaba completamente vacía a excepción de la silla junto al
escritorio. La única opción que le quedaba era la ventana, pero no sabía si
podría salir por ella. Decidido a averiguarlo, fue a coger la silla para poder
observar por la ventana cuando dos voces la alertaron. No tenía tiempo para
escapar, así que no le quedaba otra escapatoria que volver a como lo dejaron.
Se clocó la venda en los ojos y la mordaza, se ató como pudo la manos
procurando no hacerlo muy fuerte para cuando pudiera volver a soltarse y volvió
a su posición en el suelo.
La puerta se abrió
bruscamente y escuchó como se acercaban a él con determinación.
- - Bien hecho, escritor, veo que no ha intentado ninguna
tontería – dijo con un tono de superioridad al ver que se encontraba tal y como
lo había dejado minutos antes.
Tentado de
contestarle, tuvo que contenerse para no ser descubierto.
Sin dejar de pisar
el acelerador, Kate llegó a Stanley Park en algo más de 10 minutos. Deseoso por
encontrar a Castle, siguió las indicaciones del plano que había en el parque
para llegar hasta los almacenes. Su instinto de inspectora le decía que el que
se lo hubiese llevado los conocía muy bien, y si estaba en lo cierto, no
dejaría a Castle solo, luego el lugar donde le habían pedido que fuese debía
estar cerca de donde lo tenían secuestrado.
Caminó bordeando los
almacenes para no ser vista intentando encontrar algo que le diese una pista de
donde podía encontrarse su escritor. Unas sonoras carcajadas le hicieron parar,
sonaban con eco y lejanas. Siguió el sonido de las voces hasta llegar a un
pequeño edificio a la espalda de los almacenes. Se aseguró que no hubiese nadie
y entró. El edificio era amplio pero estaba completamente vacío, parecía un
solar. Escasas ventanas a gran altura permitía que la luz entrase provocando
que se crease una mezcla de claros y oscuros. Al fondo pudo distinguir una
trampilla desde donde parecían venir las voces. Sacó su arma y con la otra mano
que tenía libre abrió la puerta de la trampilla entrando sigilosamente. Unas
empinadas escaleras daban lugar a un estrecho pasilla en cuyo extremo había una
puerta des la que se escuchaban voces. Se acercó a la puerta y a través de la
rendija que había vio como Castle permanecía en el centro de la sala
amordazado, con los ojos vendados y maniatado, mientras dos hombres, que no
pudo llegar a ver al encontrarse de espaldas a ella, reían de algún comentario
que uno de ellos le había hecho al otro.
- - Nos va a decir donde está lo que buscamos, ya nos puedes
estar contando todo lo que sabes o…
- - ¿O qué? – sin pensárselo, viéndolo sin poderse defender,
Beckett irrumpió en la sala para sorpresa de todos.
Pudo notar como
Castle se sobresaltaba al escucharla y se erguía mientras los dos
secuestradores se giraban desconcertados ante su presencia.
- - Parece que la infravaloramos, detective – dijo uno de ellos
acercándose hacia donde ella estaba - ¿Ha venido a rescatar a su amorcito? ¡Oh,
que tierno! – comenzó a reírse sonoramente mientras era secundado por las risas
de su compañero.
- - No de ni un paso más – le advirtió apuntándole con la
pistola.
- - No sea ridícula, somos dos contra uno, recuerde que su
escritor no va armado.
- - No quiera ponerme a prueba.
Beckett sabía que él
tenía razón, estaba en inferioridad, eran dos contra ella sola. Sabía que podía
con ellos pero Castle estaba en la misma sala sin protección alguna y sin modo
de defenderse. De repente, el secuestrador que había hablado con ella, el que
parecía ser el líder, se giró para consultar algo con su compañero y Beckett
aprovechó la oportunidad para girar sobre sí dándole una patada en la nuca,
provocando que cayese inmediatamente al suelo. El otro, al ver a su compañero
en el suelo, cogió su arma y se dispuso a disparar a Beckett, pero ésta fue más
rápida alojando una bala en la pierna de él cayendo junto a su compañero. Se
acercó y con la pierna le dio una patada a la pistola dejándola a buena
distancia para que no la pudiese coger. Sacó sus esposas y le pasó un aro por
muñeca del que había noqueado y el otro aro por la muñeca del que había
disparado.
Comprobó el trabajo
realizado y le quitó el arma al líder, que aun la llevaba. Luego se acercó a
Castle pero esta ya tenía las manos libres y se estaba quitando la mordaza y la
venda.
Al ver la cara de
sorpresa de Beckett se encogió de hombros antes de hablar.
- - No me podía estar quieto y me desaté cuando estuve solo, pero
luego volvieron y como no me dio tiempo a escapar tuve que volver a anudarme,
amordazarme y vendarme.
Estaba frente a él y
solo puedo lanzarse a sus brazos y besarlo como si no hubiese un mañana. Cuando
se le hizo imposible respirar, se separaron mientras Castle rozaba la mejilla
de su musa con sus dedos.
- - Me has salvado, no hubiese tenido mucho futuro con estos dos,
no sé qué querían pero no les iba a permitir que te hiciesen daño – besó su
suave mejilla provocando que ella sonriese con su cálido contacto – Gracias –
le susurró al oído.
- - Siempre.
Estrepitosamente la
puerta se abrió y Ryan y Espósito entraron empuñando sus armas llevando delante
de ellos a dos hombre unidos por una esposa.
- - ¿Qué haces aquí, Beckett? – preguntó atónito Ryan.
Beckett se encogió
de hombros provocando que Castle comenzase a reír contagiándole su risa a ella,
mientras permanecían abrazados. Ryan y Espósito se unieron a sus risas en un
clímax relajado, tranquilo, donde las tensiones habían dejado de existir.
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