El sol acariciaba su
mejilla dándole los buenos días, pero se resistía a abrir los ojos, quería
seguir así, acurrucada por el calor de un nuevo día. Se giró en busca de sus
brazos pero no lo encontró, no estaba acorralada por sus piernas como solía
hacer y eso le extrañó. Poco a poco fue acomodando sus ojos a la intensa luz
que inundaba la habitación mientras contemplaba como las nubes parecían hacer
dibujos en el inmenso cielo azul de Vancouver. Se distrajo imaginando la
tranquilidad que se debería respirar entre las nubes, parecían mullidas,
suaves, daban sensación de paz. Se incorporó buscando con su mano alguna prenda
con la que cubrirse, pero como de costumbre, solo encontró la camisa de Castle.
Le quedaba grande pero lo encantaba
utilizar su ropa, de alguna forma le hacía sentir que estaba entre sus brazos.
Con elegancia, salió de la habitación pronunciando su nombre.
- - ¡Rick! – con la mirada lo buscaba por toda la suite – Rick,
si esto es uno de tus juegos, te aviso que no tiene ninguna gracia – llegó a la
última estancia de la suite que le quedaba por investigar, la cocina, pero
tampoco lo encontró allí - ¡Vale ya, Rick! – aguzó el oído en busca de algún
sonido que le permitiera descubrir donde se encontraba – Me estás asustando –
se quedó quieta y un intenso terror comencé a invadirla - ¡Rick! – gritó asustada, temblando, sabía
que algo no iba bien.
Cuatro horas antes…
El calor se
apoderaba de él impidiéndole dormir. Entre sus brazos su musa soñaba mientras
pronunciando su nombre, haciéndolo sonreír. Sentía su boca seca, el calor se
apoderaba cada vez más de su cuerpo, provocando que pequeñas gotas de sudor
corriesen por su frente. Kate parecía no
sentir esa asfixia que a Castle consumía y se giró quedando frente a él,
permitiéndole apreciar como la comisura de sus labios se curvaba formando una
preciosa sonrisa en sus labios. “¿Estará soñando conmigo?” se preguntó. Se incorporó
separándose de los brazos de ella con cautela, le dio un cálido beso en la
frente y se levantó dirigiéndose a la cocina para tomar un vaso de agua. La
brisa que se colaba por la ventana permitió que su temperatura corporal bajase
algunos grados, aunque se seguía sintiendo empapado en sudor. Un golpe seco en
la puerta lo sobresaltó. “¿Quién será a esta hora?” se preguntó extrañado.
Parecía deslizarse por la suite en lugar de caminar, con la intención de no
hacer ruido para evitar despertar a Kate, que permanecía sumida en lo que
parecía un agradable sueño. Abrió la puerta de la suite y para su sorpresa no
vio a nadie. “Habrá sido algún ruido en el piso de abajo” se dijo mientras se
asomaba para asegurarse. Unas manos aparecieron
de la nada y lo arrastraron fuera de la suite. Lo amordazaron para
evitar sus gritos que quedaron ahogados y le vendaron los ojos arrastrándolo
por todo el pasillo de la planta del hotel mientras Kate, ajena a todo, soñaba
con Castle y un hermoso jardín que los cubría a ambos en un maravilloso y
colorido día de primavera.
Los pocos sentidos
que le quedaban libres se le agudizaron al cabo de un rato, permitiéndole saber
que estaba en manos de neoyorkinos, sin
duda no eran de Vancouver, sus acentos los delataban. Sin embargo, parecían
estar dispuesto a no querer que supiera nada, por lo que hablaban en un tono de
voz tan bajo que a duras penas podía entender algo.
- - … sino el jefe nos matará – había podido entenderle a uno de
ellos, el cual parecía ser el que mandaba en el grupo. Por sus distintas voces,
pudo aventurar que el grupo estaba constituido por cuatro hombres.
- - … él nos ayudará o ella no tendrá la suerte de la vez
anterior – su cuerpo se tensó completamente al oír aquellas palabras, estaban
hablando de Kate.
Tenía que salir de allí así que intentó zafarse de las
cuerdas que mantenían unidas sus manos a la espalda pero de repente se
precipitó hacia delante en lo que parecía que había sido un frenazo. Lo
llevaban a algún lugar pero, ¿dónde? Solo sabía que todo estaba relacionado con
Kate y el asesinato de su madre, que ella estaba en peligro y que le daba igual
lo que le quisieran hacer a él, pero no iba a consentir que lastimaran a Kate.
Beckett sostenía a duras penas en sus manos su teléfono
incapaz de pensar, de moverse. El miedo la había paralizado, Castle no estaba y
algo le decía que estaba en peligro. “No me puedo quedar aquí sin hacer nada,
debo averiguar donde está” se reprendió a si misma. Abrió la puerta de la suite
y una nota apareció ante ella.
"Tenemos a su novio. Si no quiere que le suceda nada,
danos lo que buscamos. La esperamos dentro de 24 horas e los almacenes de
Stanley Park. Ven sola, no llames a la policía, o de lo contrario, su novio
morirá”
Empezaba a sentirse mareada, no entendía nada, no sabía
a que se referían con que le dieran lo que buscaban, Castle estaba en peligro.
Con cuidado volvió a entrar en la suite y al darse cuenta que llevaba el
teléfono en las manos no lo dudo. Se sentó en el sofá y marcó el número de
teléfono de la persona que sabía que podía ayudarla.
- - Victoria Gates .
- - Señor, soy Beckett. Usted me pidió que la mantuviese
informada si ocurría algo y ha ocurrido. Necesito su ayuda.Es Castle, le han secuestrado. Me han dejado una nota en la
que me dicen que le den lo que buscan o morirá. No sé a que se refieren señor,
y temo por él.
- - Me temo que yo si lo sé – un suspiro se escapó de sus labios
– Necesito que haga exactamente lo que yo le diga. Quédese donde está, no haga ninguna tontería.
Espósito y Ryan junto con el equipo de la 12th irán hacia Vancouver. No se le
ocurra ir sola, inspectora, ya sabe lo peligroso que puede llegar a ser.
Beckett le dio toda
la información del lugar donde le habían pedido que fuese así como del hotel
donde se encontraba alojada antes de que Gates diese por terminada la
conversación. Aun más nerviosa que antes debido a la falta de información ya
que Gates no le había proporcionado nada, se sentó en el borde de la cama sin
poder dejar de pensar en Castle, era toda su vida, la persona con la que había
compartido su día a día durante algo más de cuatro años, la persona que le
había empujado a vivir su vida y no dejarse consumir por el caso de su madre…
Al llegar a ese pensamiento un escalofrío la recorrió. “El caso de mi madre…
Sabía que no iban a parar hasta matarme pero he estado tan absorta estos días a
su lado que no me he permitido pensar en ello… ¿Y si saben que estamos juntos y
que la forma más fácil de hacerme daño es hacérselo a él?... No, eso sería
imposible, ¿cómo van a saberlo?” su mente iba a mil por hora reflexionando
sobre todo lo vivido desde las tres últimas semanas. De repente, todo cobró
sentido. “¡La entrevista de Castle!”, pensó mientras el miedo la paralizaba.
Un tormentoso y
negro día hacía temblar el suelo neoyorkino, las hojas de los árboles de
precipitaban con brusquedad provocando una intensa lluvia de colores marrones y
anaranjados. Zeus parecía haber desatado su ira incontrolada sobre la ciudad en
forma de rayos y truenos dándole un
aspecto enigmático. El temporal no había amilanado a la comisaría 12th, que
trabajaba a destajo. Gates, puso la máquina en marcha, no estaba dispuesta a
esperar ni un segundo más. Tras la llamada de Beckett se dirigió a la casa de
Rob, donde este permanecía por orden suyo ya que no quería tener que perder su
preciado tiempo explicándole a su equipo todo lo que Rob le había contado. Rob,
sorprendido por su inesperada visita, escuchó atentamente como le detallaba
todo lo que Beckett le había contado por teléfono.
- - Sabía que algo así podía ocurrir por eso quise guardar a buen
recaudo los informes. Eso es lo que buscan: cualquier informe que puedan
relacionarlos con la muerte de Joahnna. Estoy convencido que el alcalde tiene
algo que ver en todo esto.
- - Tienes que quedarte con los informes – le dijo entregándole
un gran sobre – Tenías razón, contigo estarán seguro. Los chicos irán a
Vancouver así que te necesito en la 12th, debemos averiguar que relación tiene
el alcalde con el caso de Joahnna Beckett si es que hay alguna relación,
tenemos que averiguar para quien trabaja lo que han secuestrado a Castle.
- - ¿Estás hablando el plural?
- - Si, ha Castle lo han tenido que secuestrar al menos dos
personas. La primera lo secuestro y se lo llevó, seguramente al quedar con
Beckett en una zona tan alejada del hotel, lo llevaría en coche o furgoneta
hasta el lugar donde esté ahora. Mientras esa persona se lo llevaba, otra
escribió la nota. Así que como mínimo hablamos de dos sujetos.
- - Buen análisis, Gates – una sonrisa apareció en su rostro y
ella volvió a sentirse como aquella joven novata que esperaba con ansias
cualquier signo de aprobación por parte de su compañero.
- - Debemos darnos prisa, debemos hacerlo antes de que pasen las
24 horas que le han dado a Beckett porque una vez pasado ese tiempo, cuando los
chicos encuentren a Castle y a sus raptores, todo quedará descubierto y quien
está detrás de todo esto quedará alertado, sin que nosotros podamos hacer nada.
Voy a poner al corriente a mi equipo, te espero a las 13:00 en la comisaría.
Espósito y Ryan
hacían apuestas sobre el motivo por el que habían sido llamados junto al resto
del equipo, cuando Gates entró como una bala en la sala de reuniones.
- - Os he mandado llamar porque ha ocurrido algo que cambia todos
nuestros planes – dijo interrumpiendo
las conversaciones – Han secuestrado a Castle – un murmullo generalizado
hizo que Gates tuviese que parar – y por los datos que tenemos podemos creer
que puede estar relacionado con el caso de la abogada Joahnna Beckett. Necesito
que os vayáis a Vancouver y lo rescatéis. Quiero que deis con los
secuestradores y me lo traigáis. Mientras yo voy a intentar tirar de ciertos
hilos para llegar al fondo de este caso.
Volvió el murmullo a
la sala, el nerviosismo y el miedo ante la situación se extendía como una plaga
por toda la comisaría y solo era apaciguado cuando la voz de Gates sonaba, en
esta ocasión, para informarles del lugar donde tenían que ir y de como se
planificaría el rescate.
El silencio se
apoderaba de él, sus ojos cubiertos por la más absoluta oscuridad empezaban a
aclimatarse a ella pero no era capaz de distinguir nada a través de la venda
que le cubría los ojos. Notó que alguien lo conducía por un estrello pasillo.
El olor a moho era patente y más aun para él, cuyo olfato se había desarrollado
de una manera sobrenatural en las últimas horas. El frío calaba sus huesos
provocando que, por instinto, caminase encorvado en un intento por mantener su
temperatura corporal. Tenía todos sus sentidos en alerta y ellos le decían que
se encontraba en una zona bajo tierra, lo cual se podía notar por el frío y la
humedad, y el escaso sonido le indicaba que estaba a las afueras de Vancouver.
De repente, las manos que lo sujetaban lo soltaron tan bruscamente que comenzó
a tambalearse pero consiguió mantenerse en pie. Lo empujaron hacia lo que él
consideraba una sala amplia (aunque con la escasa visión que tenía debido a las
venda podía ser perfectamente una pequeña sala en la que solo cupiese una
persona) y cayó de bruces contra el suelo. Mientras se quejaba en silencio por
el dolor producido escuchó como una puerta se cerraba a su espalda. Estaba
solo. Aprovechando la situación, trató de desatarse las manos una vez más, pero
las cuerdas estaban fuertemente anudadas y el forcejeo con ellas le estaba
haciendo daño. Finalmente, cayó rendido al suelo, sin poder ver nada,
sintiéndose indefenso e impotente al no poder hacer nada por proteger a su musa
de los psicópatas que lo habían secuestrado.
Sabía que no debía,
Gates tenía razón cuando le dijo que no fuera sola, pero no se podía estar
quieta sabiendo que Castle estaba en peligro. Se puso algo informal, una camisa
blanca con las mangas ajustadas al codo y un pantalón vaquero con sus cómodas botas
negras. Se colocó su arma a la espalda y guardó las esposas en el bolsillo
trasero de su pantalón. Estaba dispuesta a llegar al fondo de lo que había
sucedido, no se iba a dar por vencido y por supuesto, no se iba a quedar
esperando sentada. Armada de valor, salió de la suite del hotel dando un
portazo.
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