La brisa que
empezaba a soplar refrescaba el ambiente aunque él se seguía sintiendo
acalorado. En la piscina los rayos del sol se reflejaban permitiéndole disfrutar
de ella en todo su esplendor. Los huéspedes del hotel eran altos ejecutivos por
lo que a esa hora de la mañana la piscina se encontraba vacía salvo por la
presencia de aquella sirena que recorría la piscina de un lado a otro en una
fracción de segundo.
Se quedó a escasos
centímetros de ella pero lo suficientemente lejos para no ser visto, admirando
como salí a la superficie con gotas de agua cubriéndole todo aquel cuerpo de
infarto que le llevaba a la locura. Sus ojos verdes parecían más claros a la
luz del día resaltando sobre su piel, que para sorpresa de Castle, estaba
morena. “¿Cómo habrá conseguido ese color de piel? “se preguntó. Su larga
melena estaba recogida en una trenza de espiga que le caía sobre uno de sus
hombros dándole un toque sexy.
Beckett salió de la
piscina en busca de su toalla permitiéndole disfrutar de toda su belleza. Un
escueto biquini negro con la parte superior en bandeau le permitía lucir escote
sin temor a mostrar la cicatriz que ya era parte de ella y sus piernas parecían
interminables con aquella pequeña braguita anudada con un lazo a cada lado. Las
gotas de agua cubrían todo lo que el biquini dejaba al descubierto, provocando
que, con los rayos del sol, todo su cuerpo brillara y resultara tremendamente
atractiva.
El contacto del agua
fría sobre su piel era agradable, tenía la piscina para ella sola por lo que
quiso aprovechar para hacer largos. La paz y la tranquilidad que inundaba
Vancouver a esa hora de la mañana le permitía relajarse y olvidarse de todo.
Salió para descansar sus brazos, llevaba años sin practicar natación y eso su
cuerpo lo notaba. Se secó con la toalla y permaneció sentada en el borde de la
piscina con los pies acariciando la fría agua.
- - ¿No te has podido resistir Richard? – le dijo girándose con
una pícara sonrisa pillando a Castle camino hacia donde ella estaba.
- - Pensé que quizás necesitaras ayuda con la crema solar – se
sentó junto a ella y se acercó a sus labios para besarlos.
- - Pues ya vez que no, aunque no me vendría nada mal que me
aplicaras un poco en la espalda – se mordió el labio seductoramente sabiendo el
efecto que ello causaba en Castle.
Castle se acercó
hasta la hamaca junto a la cual se encontraba la crema solar sin perder de
vista a Beckett y se dirigió de nuevo hasta ella, algo acalorado.
Se fijo en que su
espalda estaba llena de moretones y se quedó de pie mirándola. Ella pareció
darse cuenta, se giró y fijo sus ojos en él.
- - ¿Te duele? – no puedo evitar que un tono de preocupación
saliera de su voz.
- - No te preocupes Castle, estoy muy bien, por favor, aplícame
la crema – le dijo con una sonrisa en su rostro.
Se puso de rodillas
tras ella y le extendió la crema por la espalda masajeándola suavemente por
temor a hacerle daño viendo como Beckett sonreía y pequeños gemidos de placer salían
por su boca.
Una vez acabado ella
lo reclamó; se sentó a su lado contemplando sus hermosos ojos sin poder apartar
la mirada de ellos.
- - Gracias Richard – le susurró al oído para después morderlo
provocando que un escalofrío recorriese todo su cuerpo.
- - Eres muy mala detective.
- - No sabes tú cuanto – acercó sus manos al pecho de Castle
acariciándolo hasta que de repente sus dos manos lo empujaron con fuerza
provocando que acabara cayendo a la piscina.
No espero a que él
saliese del agua y se lanzó a la piscina en su búsqueda, nadando hasta quedar
frente a él.
- - ¿Por qué has hecho eso?
- - Quería tener la misma oportunidad que tú has tenido conmigo
de verme bañándome en la piscina – le dijo seductoramente cubriéndola escasa
distancia que los separaba.
- - Así que sabías que te estaba observando y hacías como que no
sabías nada.
- - No está mal tener público – se acercó a su oído y le susurro
– y más si entre ese público está mi escritor favorito.
Beckett pudo
comprobar como Castle se quedaba sin respiración y su corazón comenzaba a latir
como un caballo desbocado, lo que provocó que una sonora carcajada saliese de
su garganta.
Castle la tomó de
las manos y la arrinconó con el borde de la piscina impidiendo que pudiese
escapar, comenzando un juego de miradas en el que se perdían en los ojos del
otro.
Beckett rodeó el
cuello de Castle con sus brazos manteniendo la mirada fija en sus ojos, esos
ojos azules que eran como un imán para ella y rozó suavemente sus labios, pero
entonces él se retiro.
- - Tan irresistible soy para que no puedas controlarte Kate –
una sonrisa apareció en sus labios.
-
Serás …
Con las manos
comenzó a impulsar el agua hacia la cara de Castle y cuando este se giro a ella
comenzó a nadar hacia el comienzo de la piscina para no ser atrapada pero él
era muy rápido y en mitad de la piscina se colocó frente a ella impidiéndole
seguir.
Volvieron a mirarse
pero esta vez duró una fracción de segundos antes de que Castle la atrajera
hacia él besándola como si la vida le fuese en ello.
Vancouver había
despertado completamente dando protagonismo a unas grandes nubes que
descargaban con furia todo el agua
contenida durante semanas cubriendo completamente la ciudad, sin embargo a
ninguno de los dos parecía importarle nada que no fuesen los labios del otro,
sus ojos, las caricias, el contacto de sus cuerpos bajo aquella piscina.
- - ¿Por qué no seguimos en la habitación? – consiguió decirle en
sus labios seductoramente.
- - Tengo una entrevista en un par de horas – le dijo entre
besos.
- - Vamos, nos queda tiempo – salió de la piscina agarrando de la
mano a su escritor obligándole a salir.
Castle la rodeo por
la cintura y caminaron sin poder dejar de sonreír cuando cruzaban la mirada.
Dentro del ascensor, estando solos, Castle no puedo aguantar las ganas y no
dudo en besar sus labios que lo reclamaban con urgencia. A ese beso le
siguieron una serie de besos que recorrieron todo el cuello de su musa pasando
por su cicatriz besándola suavemente
llegando hasta el escote del biquini.
- - No te he dicho que con este biquini estas preciosa – le dijo
entre besos – Parecías una sirena en la piscina, mi preciosa sirena.
- - Ni tampoco me has dicho que casi te da un infarto al verme –
dijo alzando una de sus cejas riendo en sus labios mientras los besaba - Reconozco que a ti tampoco te queda nada
mal ese bañador – bajó la vista hacia el bañador celeste que tanto le había
gustado cuando lo vio en la piscina y con una de sus manos tiró de la goma
provocando que Castle diera un respingo cuando la soltó.
El ascensor llegó a
su destino y entre besos, caminando de espaldas sin poder dejar de besar a su
musa, consiguió abrir la puerta de su habitación entrando rápidamente.
Castle se dirigía
hacia la cama a gran velocidad junto a Beckett pero antes de llegar ella lo
detuvo. Lo beso mordiendo sus labios antes de separarse.
- - Enseguida vuelvo, ponte cómodo – le dijo retorciéndose el
pelo.
- - Vamos Kate, no seas tan mala conmigo – le suplicó mientras se
sentaba en la cama invitándola a hacer lo mismo.
Kate se giró y se
dirigió a la entrada de la habitación viendo como Castle no daba crédito a que
lo hubiese dejado así.
Le parecía que hacía
horas que se había ideo dejándolo en el mejor momento cuando apareció
contoneándose con una botella de tequila, un salero, un cuchillo y una lima.
- - Al final resultó útil la cocina de esta suite – se acercó
hasta Castle sentándose junto a él dejando todo lo que había traído en la
mesita de noche de él – Desde que leí la escena de Ola de calor entre Nikki Heat y Rook me apeteció experimentarlo –
le susurró al oído.
Castle no supo que
decir, el cambio de Beckett lo estaba volviendo loco, no esperaba que tomara
las riendas de “¿su relación?” Si, porque sin duda ahora eran pareja. Pero no
quería presionarla con ello, se limitó a volver a la realidad, a ver a su musa
con los ojos llenos de deseo. “Ya tendremos tiempo de aclarar lo que somos” se
dijo a si mismo tomando de la mesilla de noche todo lo que había traído su musa
acercándolo hasta él.
- - Tú eres el que ha escrito la escena, así que comienza tú – le
susurró al oído.
Obedientemente,
Castle cortó una rodaja de lima, sirvió un chupito de tequilla, se echó sal en
la mano, tal y como había narrado en su libro, y la extendió hacia ella, pero
la diferencia entre la ficción y la realidad era que Beckett no apartaba sus
ojos de él y de cada movimiento que realizaba.
Beckett se inclinó
hacia la mano de Castle y le lamió la sal experimentando como sus pailas se
iban acostumbrando a ello para luego beberse el chupito que Castle le ofrecía
de un trago y tomar la rodaja de lima que él tenía en su mano. Una explosión de
sabores inundó su boca, lo había leído en su libro tantas veces que creyó que
cuando lo experimentara no se sorprendería, sin embargo, se equivocaba, Castle
se había quedado corto en lo sensual, explosivo y atrayente de aquel juego.
Ahora le tocaba a ella y realizó la misma operación que minutos antes había
hecho él, pero con un añadido que a Castle le tomó por sorpresa, ya que al ver
su expresión de deseo en sus ojos no pudo controlarse en besar sus labios llegando
al éxtasis con el sabor a lima y a tequila de sus bocas mezclado con la sal aun
presente en sus lenguas. El beso se fue alargando hasta que ambos quedaron sin
respiración y completamente excitados,
se miraron intensamente sin decir palabras pero expresándolo todo solo
con sus ojos.
Beckett levó las
manos al cuello de Castle y manteniendo sus ojos fijos en el azul del mar de
los de él, lo invitó a tumbarse en la cama. Beckett apoyó la cabeza en la
almohada y Castle, empujándolo todo fuera de la cama, se quedó a horcajadas sobre
ella, comenzando a besar el lóbulo de su oreja, sus labios, su cuello, su
cicatriz. Con rapidez, Beckett se desató la parte superior de su biquini
dejando paso a Castle para jugar con sus pechos, lamiéndolo uno de ellos
mientras jugaba con el otro, provocando que ella gimiera. Castle siguió
recorriendo su cuerpo a besos, sus pechos, su vientre, hasta llegar a su
pelvis. La miró esperando su aprobación, pues sentía que debía hacerlo. No
necesitó palabras para saber que ella lo deseaba tanto como él. Las braguitas
del biquini de Beckett junto al bañador de Castle quedaron esparcidas por el
suelo de la habitación mientras ambos se amaban profundamente.
En Nueva York, Gates
había mandado reunir a todos los detectives de la 12th para informarles sobre
la nueva incorporación al equipo. Tras varias llamadas que no resultaron
sencillas, Gates había conseguido localizar a Rob. Le hizo saber su interés por
el caso de Johanna Beckett y como no lo había dejado de investigar. Le explicó
como ahora en su equipo trabajaba la hija de la abogada y como se había afanado
a resolver el caso de su madre. Le pidió su colaboración en el caso y como en
los viejos tiempos, Rob aceptó sin preguntar nada más. Ahora contaba con uno de
los mejores inspectores de California, era la hora de empezar a mover ficha.
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