viernes, 12 de octubre de 2012

AND IF... ? - Capítulo 9: Pasión y locura


La brisa que empezaba a soplar refrescaba el ambiente aunque él se seguía sintiendo acalorado. En la piscina los rayos del sol se reflejaban permitiéndole disfrutar de ella en todo su esplendor. Los huéspedes del hotel eran altos ejecutivos por lo que a esa hora de la mañana la piscina se encontraba vacía salvo por la presencia de aquella sirena que recorría la piscina de un lado a otro en una fracción de segundo.
Se quedó a escasos centímetros de ella pero lo suficientemente lejos para no ser visto, admirando como salí a la superficie con gotas de agua cubriéndole todo aquel cuerpo de infarto que le llevaba a la locura. Sus ojos verdes parecían más claros a la luz del día resaltando sobre su piel, que para sorpresa de Castle, estaba morena. “¿Cómo habrá conseguido ese color de piel? “se preguntó. Su larga melena estaba recogida en una trenza de espiga que le caía sobre uno de sus hombros dándole un toque sexy.
Beckett salió de la piscina en busca de su toalla permitiéndole disfrutar de toda su belleza. Un escueto biquini negro con la parte superior en bandeau le permitía lucir escote sin temor a mostrar la cicatriz que ya era parte de ella y sus piernas parecían interminables con aquella pequeña braguita anudada con un lazo a cada lado. Las gotas de agua cubrían todo lo que el biquini dejaba al descubierto, provocando que, con los rayos del sol, todo su cuerpo brillara y resultara tremendamente atractiva.

El contacto del agua fría sobre su piel era agradable, tenía la piscina para ella sola por lo que quiso aprovechar para hacer largos. La paz y la tranquilidad que inundaba Vancouver a esa hora de la mañana le permitía relajarse y olvidarse de todo. Salió para descansar sus brazos, llevaba años sin practicar natación y eso su cuerpo lo notaba. Se secó con la toalla y permaneció sentada en el borde de la piscina con los pies acariciando la fría agua.

-          - ¿No te has podido resistir Richard? – le dijo girándose con una pícara sonrisa pillando a Castle camino hacia donde ella estaba.

-          - Pensé que quizás necesitaras ayuda con la crema solar – se sentó junto a ella y se acercó a sus labios para besarlos.

-          - Pues ya vez que no, aunque no me vendría nada mal que me aplicaras un poco en la espalda – se mordió el labio seductoramente sabiendo el efecto que ello causaba en Castle.

Castle se acercó hasta la hamaca junto a la cual se encontraba la crema solar sin perder de vista a Beckett y se dirigió de nuevo hasta ella, algo acalorado.
Se fijo en que su espalda estaba llena de moretones y se quedó de pie mirándola. Ella pareció darse cuenta, se giró y fijo sus ojos en él.

-         -  ¿Te duele? – no puedo evitar que un tono de preocupación saliera de su voz.

-          - No te preocupes Castle, estoy muy bien, por favor, aplícame la crema – le dijo con una sonrisa en su rostro.

Se puso de rodillas tras ella y le extendió la crema por la espalda masajeándola suavemente por temor a hacerle daño viendo como Beckett sonreía y pequeños gemidos de placer salían por su boca.
Una vez acabado ella lo reclamó; se sentó a su lado contemplando sus hermosos ojos sin poder apartar la mirada de ellos.

-          - Gracias Richard – le susurró al oído para después morderlo provocando que un escalofrío recorriese todo su cuerpo.

-          - Eres muy mala detective.

-          - No sabes tú cuanto – acercó sus manos al pecho de Castle acariciándolo hasta que de repente sus dos manos lo empujaron con fuerza provocando que acabara cayendo a la piscina.

No espero a que él saliese del agua y se lanzó a la piscina en su búsqueda, nadando hasta quedar frente a él.

-          - ¿Por qué has hecho eso?

-          - Quería tener la misma oportunidad que tú has tenido conmigo de verme bañándome en la piscina – le dijo seductoramente cubriéndola escasa distancia que los separaba.

-          - Así que sabías que te estaba observando y hacías como que no sabías nada.

-          - No está mal tener público – se acercó a su oído y le susurro – y más si entre ese público está mi escritor favorito.

Beckett pudo comprobar como Castle se quedaba sin respiración y su corazón comenzaba a latir como un caballo desbocado, lo que provocó que una sonora carcajada saliese de su garganta.

Castle la tomó de las manos y la arrinconó con el borde de la piscina impidiendo que pudiese escapar, comenzando un juego de miradas en el que se perdían en los ojos del otro.

Beckett rodeó el cuello de Castle con sus brazos manteniendo la mirada fija en sus ojos, esos ojos azules que eran como un imán para ella y rozó suavemente sus labios, pero entonces él se retiro.

-          - Tan irresistible soy para que no puedas controlarte Kate – una sonrisa apareció en sus labios.
-          Serás …

Con las manos comenzó a impulsar el agua hacia la cara de Castle y cuando este se giro a ella comenzó a nadar hacia el comienzo de la piscina para no ser atrapada pero él era muy rápido y en mitad de la piscina se colocó frente a ella impidiéndole seguir.
Volvieron a mirarse pero esta vez duró una fracción de segundos antes de que Castle la atrajera hacia él besándola como si la vida le fuese en ello.

Vancouver había despertado completamente dando protagonismo a unas grandes nubes que descargaban  con furia todo el agua contenida durante semanas cubriendo completamente la ciudad, sin embargo a ninguno de los dos parecía importarle nada que no fuesen los labios del otro, sus ojos, las caricias, el contacto de sus cuerpos bajo aquella piscina.

-          - ¿Por qué no seguimos en la habitación? – consiguió decirle en sus labios seductoramente.

-          - Tengo una entrevista en un par de horas – le dijo entre besos.

-          - Vamos, nos queda tiempo – salió de la piscina agarrando de la mano a su escritor obligándole a salir.

Castle la rodeo por la cintura y caminaron sin poder dejar de sonreír cuando cruzaban la mirada. Dentro del ascensor, estando solos, Castle no puedo aguantar las ganas y no dudo en besar sus labios que lo reclamaban con urgencia. A ese beso le siguieron una serie de besos que recorrieron todo el cuello de su musa pasando por su cicatriz besándola suavemente  llegando hasta el escote del biquini.

-          - No te he dicho que con este biquini estas preciosa – le dijo entre besos – Parecías una sirena en la piscina, mi preciosa sirena.

-          - Ni tampoco me has dicho que casi te da un infarto al verme – dijo alzando una de sus cejas riendo en sus labios mientras los besaba  - Reconozco que a ti tampoco te queda nada mal ese bañador – bajó la vista hacia el bañador celeste que tanto le había gustado cuando lo vio en la piscina y con una de sus manos tiró de la goma provocando que Castle diera un respingo cuando la soltó.

El ascensor llegó a su destino y entre besos, caminando de espaldas sin poder dejar de besar a su musa, consiguió abrir la puerta de su habitación entrando rápidamente.
Castle se dirigía hacia la cama a gran velocidad junto a Beckett pero antes de llegar ella lo detuvo. Lo beso mordiendo sus labios antes de separarse.

-          - Enseguida vuelvo, ponte cómodo – le dijo retorciéndose el pelo.

-          - Vamos Kate, no seas tan mala conmigo – le suplicó mientras se sentaba en la cama invitándola a hacer lo mismo.

Kate se giró y se dirigió a la entrada de la habitación viendo como Castle no daba crédito a que lo hubiese dejado así.

Le parecía que hacía horas que se había ideo dejándolo en el mejor momento cuando apareció contoneándose con una botella de tequila, un salero, un cuchillo y una lima.

-          - Al final resultó útil la cocina de esta suite – se acercó hasta Castle sentándose junto a él dejando todo lo que había traído en la mesita de noche de él – Desde que leí la escena de Ola de calor entre Nikki Heat y Rook me apeteció experimentarlo – le susurró al oído.

Castle no supo que decir, el cambio de Beckett lo estaba volviendo loco, no esperaba que tomara las riendas de “¿su relación?” Si, porque sin duda ahora eran pareja. Pero no quería presionarla con ello, se limitó a volver a la realidad, a ver a su musa con los ojos llenos de deseo. “Ya tendremos tiempo de aclarar lo que somos” se dijo a si mismo tomando de la mesilla de noche todo lo que había traído su musa acercándolo hasta él.

-          - Tú eres el que ha escrito la escena, así que comienza tú – le susurró al oído.

Obedientemente, Castle cortó una rodaja de lima, sirvió un chupito de tequilla, se echó sal en la mano, tal y como había narrado en su libro, y la extendió hacia ella, pero la diferencia entre la ficción y la realidad era que Beckett no apartaba sus ojos de él y de cada movimiento que realizaba.

Beckett se inclinó hacia la mano de Castle y le lamió la sal experimentando como sus pailas se iban acostumbrando a ello para luego beberse el chupito que Castle le ofrecía de un trago y tomar la rodaja de lima que él tenía en su mano. Una explosión de sabores inundó su boca, lo había leído en su libro tantas veces que creyó que cuando lo experimentara no se sorprendería, sin embargo, se equivocaba, Castle se había quedado corto en lo sensual, explosivo y atrayente de aquel juego. Ahora le tocaba a ella y realizó la misma operación que minutos antes había hecho él, pero con un añadido que a Castle le tomó por sorpresa, ya que al ver su expresión de deseo en sus ojos no pudo controlarse en besar sus labios llegando al éxtasis con el sabor a lima y a tequila de sus bocas mezclado con la sal aun presente en sus lenguas. El beso se fue alargando hasta que ambos quedaron sin respiración y completamente excitados,  se miraron intensamente sin decir palabras pero expresándolo todo solo con sus ojos.
Beckett levó las manos al cuello de Castle y manteniendo sus ojos fijos en el azul del mar de los de él, lo invitó a tumbarse en la cama. Beckett apoyó la cabeza en la almohada y Castle, empujándolo todo fuera de la cama, se quedó a horcajadas sobre ella, comenzando a besar el lóbulo de su oreja, sus labios, su cuello, su cicatriz. Con rapidez, Beckett se desató la parte superior de su biquini dejando paso a Castle para jugar con sus pechos, lamiéndolo uno de ellos mientras jugaba con el otro, provocando que ella gimiera. Castle siguió recorriendo su cuerpo a besos, sus pechos, su vientre, hasta llegar a su pelvis. La miró esperando su aprobación, pues sentía que debía hacerlo. No necesitó palabras para saber que ella lo deseaba tanto como él. Las braguitas del biquini de Beckett junto al bañador de Castle quedaron esparcidas por el suelo de la habitación mientras ambos se amaban profundamente.



En Nueva York, Gates había mandado reunir a todos los detectives de la 12th para informarles sobre la nueva incorporación al equipo. Tras varias llamadas que no resultaron sencillas, Gates había conseguido localizar a Rob. Le hizo saber su interés por el caso de Johanna Beckett y como no lo había dejado de investigar. Le explicó como ahora en su equipo trabajaba la hija de la abogada y como se había afanado a resolver el caso de su madre. Le pidió su colaboración en el caso y como en los viejos tiempos, Rob aceptó sin preguntar nada más. Ahora contaba con uno de los mejores inspectores de California, era la hora de empezar a mover ficha.

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