Una joven deambulaba
por la habitación del hotel de California incapaz de conciliar el sueño, su
semana de vacaciones no estaba siendo lo que ella tenía pensado.
La preocupación se
apoderaba de ella invadiendo cada poro de su piel, le resultaba imposible
apartar ese miedo que la inundaba por completo.
Con cautela, salió
de su habitación y se dirigió al pequeño salón de la suite, sentándose en el
alfeizar de la ventana. El sonido de las olas al romper sobre las rocas la
relajó un poco, aunque seguía inquieta. Pensaba en los chicos de su edad que viven
la vida sin importarles nada, sin preocupaciones, y en ese momento maldijo el
haber madurado a una edad tan temprana, pero era inevitable, o maduraba ella o
lo hacía su padre y sabía que no había cabida para la segunda opción.
Unos pasos la
alertaron, se incorporó para ver mejor con la escasa luz que se colaba por la
ventana.
- - ¿Quién anda ahí? – preguntó con un hilo de voz que sonó casi
a un susurro.
- - ¿Alexis? ¿Estás bien?
- - Abuela, me has asustado – se volvió a sentar sobre el
alfeizar de la ventana – No podía dormir.
Su abuela parecía
tan serena, no podía comprender como no estaba preocupada, puesto que si lo
estaba lo disimulaba muy bien. Admiraba su entereza y su fuerza, era algo que
no había heredado y que en ese momento necesitaba.
- - ¿Qué te ocurre querida? – se acercó hasta su nieta y se sentó
a su lado.
- - Me preocupa Kate y papá. Hace días que no sé nada de ellos,
le dije a papá que lo llamaría cuando supiera donde me llevabas pero tenía su
teléfono apagado. Le dejé un mensaje en el buzón de voz pero no me ha llamado
desde entonces. Esto no es algo propio de él y me preocupa que le haya pasado
algo.
- - Alexis, tu padre tendrá una buena razón para no haber
llamado, pero estará bien o de otro modo ya nos habríamos enterado por sus
compañeros. Seguro que tanto tu padre como Kate están perfectamente. Vamos a
dormir, si mañana no sabemos nada de ellos, te prometo que te ayudaré a
averiguar que sucede.
Alexis asintió y se
dirigió tras su abuela a su habitación, sabía que no podría dormir pero de nada
iba a servirle quedarse levantada todo la noche.
Un dulce ronroneo
junto a su nombre pronunciado por sus labios lo despertó. Con dificultad debido
a los rayos del sol que se colaban por la ventana, abrió los ojos y pudo ver
como ella dormía acunada por sus brazos. Con una sonrisa, se quedó disfrutando
de su dulce ronroneo hasta que poco a poco comenzó a abrir sus hermosos ojos
verdes.
- - Buenos días, mi vida – le quitó algunos mechones de su cara y
besó sus labios.
- - Mmmm buenos días, Rick – le dijo en su boca.
- - No dejo de maravillarme viéndote despertar, te ves preciosa
durmiendo.
- - ¿Eso quiere decir que cuando estoy despierta no lo soy,
Castle?
Pudo apreciar el
tono juguetón y como volvía a llamarlo como lo había hecho durante cuatro años.
- - Cuando estás despierta eres toda una mandona sabelotodo –
Kate alzó una ceja y Castle se precipitó a concluir – pero sigues siendo tan
hermosa como cuando duermes.
Beckett se acercó a
él y cuando estaban a escasos centímetros, se apartó.
- - Eso por llamarme mandona sabelotodo.
- - Eres muy mala – le dijo con tono de niño pequeño lo que
provocó una sonora carcajada en Beckett.
- - ¿Has visto la hora que es?
Castle se giró y
Beckett se acercó a él abrazándolo por la espalda mientras esperaba alguna
reacción por su parte.
- - Kate, esto es… - le dijo emocionado pero ello lo calló con un
beso.
- - Te he escuchado preguntar por ese libro muchas veces y cuando
lo vi pensé que sería un buen regalo.
- - Gracias cariño, es el mejor regalo que me podría haber hecho
– le confesó tomando entre sus manos el bolígrafo de pluma mientras pasaba su
dedo anular por las letras grabadas.
- - Es solo un pequeño detalle como agradecimiento a todo lo que
me das siempre.
- - Siempre – repitió lanzándose a sus labios con pasión mientras
en Vancouver el sol iba cobrando protagonismo.
No podía dejar de
dar vueltas en la cama, no quería despertarla pero no podía dormir, la escena
vivida aquella tarde le volvía una y otra vez a la mente. Con sigilo se volvió
a girar quedando frente a su huracán particular, porque así era ella, un
huracán a punto de formarse en cualquier momento. Parecía tan serena cuando
dormía que nada hacía presagiar la tormenta que estallaba cuando estaba
despierta. Pero con tormenta o huracán incluido, le encantaba, habían llevado
durante mucho tiempo una relación sin compromiso en la que ambos creían salir
ganando pero se había dado cuenta que quería más, mucho más de lo que habían
tenido y tenía la sensación que ella quería lo mismo que él.
- - ¿Qué te ocurre Javi?
Ensimismado en sus
pensamientos, divagando en ellos no se había dado cuenta que Lanie había
despertado y lo miraba con ojos inquisitivos.
- - No dejo de penar en lo que ocurrió esta tarde. Desde que Rob
llegó a la comisaría tengo la extraña sensación de que entre él y Gates hay
algo más. Veo esas miradas entre ellos y esa complicidad y me recuerdan a
Beckett y Castle. Creo que debió ocurrir algo entre ellos en el pasado, he
visto la mirada de tristeza y decepción de Gates al darse cuenta que Rob podía
no ser el que ella creía que era. Me da miedo que Gates no pueda ser objetiva
en el caso, ahora Rob es un sospechoso, no un compañero.
- - No te preocupes por eso ahora, Javi, Gates ante todo es una
profesional, creo que eso nos ha quedado claro a todas, sabrá como llevarlo.
Trata de descansar, mañana nos espera un día duro – apoyó su cabeza en el pecho
de él mientras era rodeada por sus brazos.
Con ella acurrucada
y el contacto de sus cuerpos fue sumiéndose en un sueño que acabó llenando de
traición, decepción, mentiras y muertes.
Se estaba levantando
para pedir el desayuno mientras se maldecía por ser tan mal padre y no haberse
preocupado de Alexis desde que llegó a Vancouver, no sabía nada de ella, así
que fue hasta el salón para coger su iPhone.
- - ¿A quién llamas? – preguntó mientras se terminaba de abrochar
el último botón de la camisa de él que había tomando prestada al no encontrar
la suya en la habitación.
- - A Alexis, me dijo que me llamaría y lo hizo, pero tuve el
teléfono apagado. Me dejó un mensaje de voz y hasta ahora no me había dado
cuenta.
- - ¿Pero cómo no se te ha ocurrido llamarlo antes? Debe estar
preocupadísima, Richard – le dijo en un tono serio.
- - Si, lo sé Kate, tú tienes la culpa.
- - ¿Yo? – le preguntó enfadada sin entender nada.
- - Si, tú. Desde que llegaste ocupas por completo mí tiempo.
Kate se lanzó sobre
él, rodeando su cuello con sus brazos, atrapando su cintura con sus piernas.
- - Kate, por favor, estoy llamando a Alexis – le suplicó
mientras ella le mordisqueaba la oreja.
- - Pues llámala – le dijo con un tono de voz juguetón mientras
seguía sobre él.
- - ¡Alexis! Hola cariño, siento no haberte llamado estos días
pero he estado muy ocupado …
-
… conmigo – gritó Beckett
- - Papá, ¿esa es Kate?
- - Si cariño, es una larga historia, solo quiero que sepas que
estamos bien.
- - Me tenías muy asustada papá, podrías haber llamando al menos
para decirme que todo estaba bien.
- - Lo siento Alexis – se disculpó.
- - ¿Y qué hace Kate en Vancouver? No estaréis …
- - Prefiero contártelo en persona cariño, pero si, estamos
juntos – sabiendo que se le avecinaba una avalancha de preguntas prefirió
cambiar de tema - ¿Qué tal las vacaciones por California con la abuela?
Castle pudo notar
como su hija se relajaba y le contada todo lo que había hecho junto a su abuela
por California. Beckett seguía atentamente a Castle con la mirada tras haberse
sentado en la cama permitiéndole hablar tranquilamente con su hija, ya se le
ocurriría alguna forma de hacerle pagar por sus palabras.
Había madrugado
porque se sentía incapaz de perder ni un minuto más. La comisaría estaba
silenciosa cuando ella llegó, eran las 6 de la mañana, aun quedaban dos horas
para que comenzase el día laboral.
Pasó por la pizarra
observando como los detectives la había llenado de nuevos datos. Habían omitido
colocar la foto de Rob para evitar sospechas por su parte y en la línea
temporal aparecía una R entre signos de interrogación en la hora de la muerte
de Smith.
Un sonoro ruido la
alarmó, no estaba sola. Con cuidado, sin hacer ruido, caminó por la sala hasta
llegar a la fuente del estruendo, su despacho. A través de la ventana pudo
vislumbrar la sombra de una persona que parecía buscar algo con ansias. El
forcejeo con el cajón donde guardaba todos los informes recientes del caso de
Joahnna la alertó, dándose cuenta que no podía seguir cruzada de brazos
observando la escena por más tiempo. Entró en su despacho y le dio a la luz,
provocando que el intruso quedara quieto.
- - ¿Quién es? ¿Qué hace hurgando en mi despacho?
No obtuvo respuesta,
sino un pronunciado silencio que no se rompió hasta que la persona que había
entrado en la comisaría se destapó su rostro, provocando un grito de terror en
Gates.
- - Pe… pero… no lo entiendo… Pensaba que no había motivo alguno
para sospechar de ti, pero veo que me equivocaba. ¿Cómo puedes hacerme esto,
Rob?
- - Gates, yo… lo siento, pero no es lo que tú piensas.
- - ¿Cómo que no es lo que yo pienso? Te he visto, Rob.
- - Necesito que te calmes para podértelo explicar, Gates. No
debería hacerlo, pero ya que me has visto no te lo puedo ocultar.
Mientras Gates se
sentaba en su sillón, Rob fue hasta la sala de descanso para volver junto a
ella con una taza de café.
- - Tómatelo mientras te cuento – deseosa de saber la verdad, se
limitó a asentir tomando la taza de café entre sus manos – Todo esto empezó
cuando tú entraste a trabajar en la comisaría de California. Yo era un
detective que había perdido la esencia de lo que en su día me impulsó a hacerme
detective. La muerte de mi compañero a manos de un terrorista en uno de los
casos que investigábamos me traumatizó durante años. Tu entrada en la comisaría
fue como una bocanada de aire puro y limpio para mí, volví a ser ese Rob con
ganas de dar caza a los asesinos y de hacer justicia. Un día empezaste a
hablarme del caso de Joahnna Beckett y comenzaste a despertar mi curiosidad,
así que me ofrecí a ayudarte en todo y no dejarte sola. Yo tenía mucha
experiencia y por temor a que en tus manos cierta información fuese una bomba,
te lo oculté. Cuando te marchaste, seguí investigando y todos los datos
apuntaban hacia una misma dirección: Daniel William, alcalde de Nueva York. Durante
sus elecciones hasta 10 años estuve en todas las entrevistas que se le
realizaron, ocultándome entre los periodistas y aficionados para que no
pudiesen sospechas de mí – Gates asintió recordando la fotografía que el día
anterior les había mostrado a Ryan y Espósito – Descubrí que la abogada tenía
sospechas sobre cierta relación del alcalde con el narcotráfico, lo que me
llevó a pensar que quizás fue asesinada para silenciar la trama que iba a
desvelar. Por eso cuando le dijiste a los chicos que investigasen si Smith
estaba metido en el narco te pregunté el motivo por el que pensabas eso, creía
que ya sabías lo del alcalde. Smith solo era un viejo amigo de Joahnna, fue
testigo de uno de los juicios más importantes de su carrera, su testimonio le
ayudó a ganar el caso. Entablaron amistad, Joahnna tenía tal confianza en él
que le llegó a contar sus sospechas sobre el alcalde. El día de la muerte de
Smith me había citado con él a través de un mensaje encriptado para que el tema
que quería tratar con él no fuese descubierto.
- - Me negaba a creer que fuese un asesino – dijo asimilando todo
lo que acababa de oír – Pero todo esto no explica que hacías aquí rebuscando
entre mis cosas.
- - A estas alturas el alcalde debe se creer que vais tras él y
toda la información del caso de Joahnna no está segura aquí. Te conozco y sé
que creerías que los informes estarían más seguros en la comisaría que en tu
casa, sabía que estarían aquí, yo solo quería buscarles un lugar seguro
conmigo, a mi nadie me relaciona con esto, nadie sospecha de mí.
- - Supón que creo que esto último que me has contado es cierto.
¿Crees que hubiese movido cielo y tierra para buscar esos informes si no los
llego a encontrar en mi despacho?
- - Lo sé, pero no quería ponerte en riesgo Gates.
Gates permaneció en
silencio pensando en lo que le había contado, como lo que ella pensaba que
había sucedido no era así, como Rob era, ¿inocente? Aun no lo tenía muy claro,
pero no iba a esperar para esclarecer esa duda.
- - Es hora de trabajar, avisaré a mi equipo, vamos a averiguar
que es lo que sucede realmente.
Al otro lado de la ciudad, un hombre de mediana edad se
divertía viendo la reposición de la entrevista del famoso escritor.
-
No sabe lo que ha hecho – dijo tras ver la declaración a su
musa – Chicos, tenéis trabajo, os vais a Vancouver – le dijo a cuatro hombres
de entre 20 y 30 años que asintieron obedientemente.
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